Crítica de la película «El caballo de hierro» (1924)

El caballo de hierro

Tras pasar cerca de dos horas y media en mi cineteca personal, consumo las imágenes que provee una versión restaurada de El caballo de hierro, una película muda en la que, John Ford, establece su poética del lejano oeste y, ante todo, adopta ese semblante nacionalista que está presente en gran parte de su filmografía. Por lo que observo en ese intervalo de tiempo deduzco de inmediato que, dentro de sus limitaciones, es un western mudo que muestra el compromiso de Ford para capturar el viejo oeste con algunas de sus pericias estilísticas que luego se convertirían en una marca registrada, pero, desgraciadamente, a menudo se accidenta en territorios rutinarios que se pierden entre tiroteos, indios salvajes y ferrocarriles construidos. La historia se sitúa en el contexto del primer ferrocarril transcontinental de los Estados Unidos, una línea de ferrocarril construida de este a oeste por las compañías ferroviarias Union Pacific y Central Pacific, que revolucionó la migración y la economía del país al tratarse de una red de transporte ferroviario de escala nacional, como producto de una ley aprobada en 1862 por el presidente Abraham Lincoln durante la Guerra Civil. La trama tiene como protagonista a Davy Brandon, un hombre idealista que se une a la construcción del ferrocarril para continuar el legado de su padre y, además, pelea contra los indios Cheyenne que suelen interrumpir el proceso porque que se oponen al progreso civilizatorio encarnado por el ferrocarril que atraviesa su territorio; mientras busca también al indio de dos dedos que mató a su padre y se enamora de la antigua amiga de infancia que se llama Miriam. En términos generales, la narrativa se ve obstaculizada por un ritmo irregular y una duración excesiva que, frecuentemente, se siente estirada y repetitiva por el afán de Ford de mantener la circularidad de las cosas sobre el conflicto histórico que surge de la construcción del ferrocarril y los enfrentamientos con los nativos americanos, con un enfoque cercano al documental que, en ocasiones, utiliza a los personajes como figuras artificiosas que solo rellenan las descripciones del guion con sus estereotipos del oeste. En pocas palabras, se prologa demasiado. Los personajes carecen de profundidad y desarrollo, donde la ausencia de conflictos internos es sustituida por situaciones circulares que se ensamblan entre los coloquios a puerta cerrada de los empresarios; el melodrama entre el héroe y la chica; el ataque de los indios caricaturizados; los obreros que montan los rieles en medio de las llanuras desérticas. Estos síntomas también se manifiestan en los personajes principales que interpretan sin química George O'Brien y Madge Bellamy. Uno interpreta a un héroe valiente, determinado, honesto, pero sin nada de presencia. La otra asume el papel de una dama tierna, ingenua, que no tiene agencia propia y es reducida a un simple interés romántico. El único punto que puedo destacar, no obstante, es el valor agregado que Ford transcribe sobre la puesta en escena cuando emplea algunas de sus destrezas significativas a través de la elipsis, el sonido inaudible, el campo-contracampo y las panorámicas que magnifican el paisaje en unos espacios abiertos que, propiamente dicho, adquieren una cuota de realismo que se subraya con fuerza por el uso del encuadre móvil en las locaciones exteriores, de una cámara en movimiento que dinamiza algunas de las secuencias de acción desde distintos puntos de vista. Estos elementos son usados por Ford con algo de consistencia, supongo, para mostrar una visión altamente romantizada y simplista de la construcción del ferrocarril transcontinental en Estados Unidos que, de igual modo, funciona como parábola de la unificación nacional tras la Guerra Civil, acentuada por el heroísmo y el espíritu pionero de los trabajadores blancos que son idealizados mientras las otras minorías étnicas, como era habitual en la época muda, son estereotipadas con cierta gratuidad racista antes de la ceremonia del clavo de oro. Pero, desafortunadamente, nada de eso evita que se desplome por el acantilado a la hora señalada. 

Ficha técnica
Título original: The Iron Horse
Año: 1924
Duración: 2 hr. 30 min.
País: Estados Unidos
Director: John Ford
Guion: Charles Kenyon
Música:  Erno Rapee 
Fotografía: Burnett Guffey, George Schneiderman
Reparto: George O'Brien, Madge Bellamy, Charles Edward Bull, Will Walling
Calificación: 5/10

Crítica breve de la película El caballo de hierro, dirigida por John Ford y protagonizada por George O'Brien y Madge Bellamy.

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