En
Zabriskie Point, el director italiano Michelangelo Antonioni traslada por primera vez su poética del aislamiento al cine de Hollywood, supongo, para capturar el espíritu de la contracultura estadounidense que estaba en pleno apogeo en la década de los años 70 cuando miles de integrantes del movimiento hippie abogaban por la paz en una nación moralmente hundida por la guerra de Vietnam. Se puede decir que, al margen de sus limitaciones, Antonioni añade algo de sustancia a su crítica sociopolítica sobre el inconformismo juvenil y la alienación contracultural, pero a veces su narrativa frecuenta lugares comunes que se desvanecen como el polvo del desierto, en un viaje por la carretera en el que encuentro poca cosa que explorar más allá de los personajes anodinos y de los paisajes encuadrados con fines turísticos. Su trama narra la existencia de Mark, un joven radical que huye del campus universitario luego de dispararle con su revólver a un policía en medio de una manifestación de estudiantes blancos y negros y que, para desaparecer del infierno que atraviesa el estudiantado de izquierdas, roba una pequeña avioneta y vuela hacia el desierto. En una primera mitad, se muestra a Mark como un hombre desesperado que transita sin rumbo por las calles californianas, mientras es testigo de los policías que ejercen la violencia sobre los estudiantes rebeldes y, paralelamente a sus motivos, se presenta además la vida de Daria, una muchacha que conduce su automóvil Buick del 50 a través del desierto con el fin de reunirse en Phoenix con un ejecutivo de bienes raíces que planifica junto a sus socios el desarrollo inmobiliario de un centro turístico en el desierto. En la segunda mitad, en cambio, se edifica un romance cuando los dos personajes se encuentran y deambulan hasta Zabriskie Point, donde hacen el amor estando cubiertos de arena, en un desierto que comparten como una comunidad junto a otros jóvenes desnudos anónimos que juegan sexualmente en el suelo, como si fuesen unos salvajes que descubren por primera vez el placer sin límites que desencadena una orgía. El caso es que, desafortunadamente, la narración se vuelve cansina y se accidenta por una sequía emocional porque, dicho sea de paso, reduce las acciones de los personajes a conversaciones redundantes que nunca le agregan algo de profundidad a su desarrollo, quedando más o menos en una zona insustancial que no subraya sus fragilidades internas más allá de las cuotas de descripción que solo banalizan sus motivaciones personales y, desde la superficie del relato, son empleadas como excusa para construir un texto militantemente contracultural sobre la desesperación, el consumismo y la brutalidad policial, pero entendido como la rebeldía juvenil de seres que se largan al desierto para manifestar el descontento contra el
establishment causado por las injusticias, la desigualdad social y el consumo desaforado que deshumaniza ontológicamente al hombre a través de la capa material que arropa la esfera capitalista, como producto de las tensiones sociopolíticas que erosionan en el contexto de la guerra de Vietnam. Siento que ni siquiera hay un conflicto real. Los personajes no son más que figuras superfluas que, en su compromiso previsible de obviedades, responden a un discurso ideológico demasiado calculado. Las actuaciones de Mark Frechette y Daria Halprin, por lo regular, me resultan algo planas y poco convincentes en su presunta química, con un registro telenovelesco que olvido tan pronto como inician los créditos. A pesar de la excesiva indulgencia con la que ellos son mostrados, por lo menos me agrada la forma en la que Antonioni, como es habitual en su cine, demuestra las pericias estéticas que suelen gobernar su estilo visual, donde despliega una serie de herramientas estéticas que, en términos compositivos, funcionan sobre el encuadre con una nomenclatura de signos que logra codificar su comentario político a través de la elipsis, el uso psicológico del color, el sonido diegético, el encuadre móvil, la cámara lenta, el campo-contracampo y el gran plano general que absorbe mis retinas con las panorámicas del desierto de Arizona. Estas secuencias del desierto, aunque bellas en su simbolismo onírico, a menudo parecen más videoclips que partes integrales de una narrativa coherente. Se trata, sin temor a equivocarme, de una de las películas más tibias del director de
Blow-Up y
El pasajero.
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Ficha técnica
Título original: Zabriskie Point
Año: 1970
Duración: 1 hr. 53 min.
País: Estados Unidos
Director: Michelangelo Antonioni
Guion: Michelangelo Antonioni, Tonino Guerra, Clare Peploe, Franco Rossetti, Sam Shepard
Música: Pink Floyd
Fotografía: Alfio Contini
Reparto: Mark Frechette, Daria Halprin, Rod Taylor, Paul Fix
Calificación: 5/10
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