Crítica de la película «Bad Boys para siempre» (2020)

Bad Boys para siempre
Bad Boys por siempre es una película de Bilall Fallah y Adil El Arbi que yo, desafortunadamente, no pude ver durante los tiempos del confinamiento que la condujo a ser una de las más exitosas de la franquicia iniciada por Will Smith y Martin Lawrence a las órdenes de Michael Bay en los años 90. La deuda que pago por observar lo que ofrece durante más de dos horas, quizá en un acto privado de masoquismo voluntario, me induce a pensar que no hay ningún avance significativo en la fórmula de policías negros en pareja, sobre todo porque, dentro de sus constantes tropiezos, es una comedia de acción que a menudo se vuelve aburrida y redundante cuando Smith y Lawrence, a pesar de su química, frecuentan lugares predecibles para atrapar a los criminales en la ciudad de Miami, donde todo el aparato policial se precipita en un festival de persecuciones, tiroteos y conversaciones anodinas que son el producto de cinco guionistas que no tienen nada novedoso que ofrecer. Su trama se sitúa diecisiete años después de Bad Boys II y sigue el esfuerzo coordinado de Mike Lowrey y Marcus Burnett, los veteranos detectives del Departamento de Policía de Miami que, en esta ocasión, trabajan con otro equipo de especialistas para cazar a la viuda de un capo de un cártel de las drogas que, tras escapar de prisión, manipula a su hijo para asesinar a los responsables del arresto y eventual muerte en prisión de su presunto padre, poco antes de un atentado en el que Mike recibe varios disparos al salir de un club nocturno. En general, el asunto de estos policías pierde la eficacia porque la narrativa los coloca en piloto automático en una serie de situaciones redundantes que, dicho sea de paso, se somete a la fórmula básica de la comedia buddy cop, donde el dúo investiga las pistas dejadas por los matones y se enfrentan a los malos en balaceras pautadas, mientras conducen automóviles y responden al llamado del deber. La única diferencia es que ahora los nuevos directores, en su afán de ampliar el desarrollo de los personajes instalados por Bay, cuelgan unas cuantas subtramas innecesarias que, además de homenajear a las pasadas entregas, se pierden entre los diálogos de la matriarca mexicana de la droga con el pasado oscuro; el villano acartonado que desconoce el origen de su padre; el policía torpe que anhela retirarse para ver televisión en casa en su agenda paternal; el detective elegante que busca rellenar el vacío afectivo mientras resuelve el crimen persiguiendo a los narcos que imponen la ley de la violencia a plena luz del día en las calles soleadas de Miami. El humor, transferido con algunas escenas de alivio cómico y chistes de una línea que suele decir Lawrence, me mantiene en total estado de indiferencia. Y las secuencias de acción lucen demasiado prefabricadas en su aparataje de disparos, explosiones, peleas y persecuciones en los espacios urbanos que gobiernan una ciudad del vicio que, eso sí, por lo menos se ve estilizada por la parte visual que se acentúa con las panorámicas de carácter turístico que captura los clubes nocturnos, las playas cálidas, los rascacielos frente al mar y las avenidas con luces de neón. No encuentro algo que me atrape más allá de las revelaciones del clímax que trasladan el barullo policial a la ética de la responsabilidad paternal. Me parece una secuela convencional, cargada de clichés, que nunca escapa de sus propias limitaciones genéricas, a pesar de la pericia física más que demostrada de Smith como héroe de acción de 50 años.

Ficha técnica
Título original: Bad Boys for Life
Año: 2020
Duración: 2 hr. 04 min.
País: Estados Unidos
Director: Bilall Fallah, Adil El Arbi
Guion: Joe Carnahan, George Gallo, David Guggenheim, Anthony Tambakis, Chris Bremner
Música:  Lorne Balfe
Fotografía: Robrecht Heyvaert
Reparto: Will Smith, Martin Lawrence, Kate del Castillo, Paola Nuñez, Jacob Scipio, Joe Pantoliano
Calificación: 4/10

Crítica breve de la película Bad Boys para siempre, dirigida por Bilall Fallah y Adil El Arbi y protagonizada por Will Smith y Martin Lawrence.


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