En
Rocco y sus hermanos, Luchino Visconti recupera la poética del proletariado de
La tierra tiembla, supongo, para transitar de nuevo por la senda del neorrealismo italiano que había establecido como iniciador del movimiento desde
Obsesión. Por lo que observo en su edición restaurada, no solo creo que se trata de la mejor película que he visto de toda su filmografía, sino, además, de una obra redonda del neorrealismo italiano, en la que Visconti, con estética refinada y unas actuaciones formidables, concibe un retrato sumamente emotivo sobre la desintegración de la familia de clase obrera, en unas tres horas que me mantienen atento a la tragedia que golpea a unos hermanos de apellido Parondi. El argumento se sitúa en Milán y sigue la existencia de cinco hermanos pertenecientes a una familia rural de inmigrantes, que tras la muerte de su padre emigran a la ciudad junto a su madre devota para encontrar trabajo y salir de la pobreza, mientras batallan contra del destino ineludible que los traslada a un epicentro de desdicha en cinco capítulos. El primero es el de Vicenzo, el hermano mayor que se gana la vida como obrero de la construcción e introduce a dos de sus hermanos en el mundo del boxeo, mientras discute con su prometida y es responsable de poner la comida en la mesa. El segundo es el de Simone, el segundo entre los hermanos, un desempleado que se convierte en antisocial y sostiene una relación problemática con una prostituta llamada Nadia, mientras boxea en circuitos de baja categoría y anhela conquistar la fama y la riqueza. El tercero corresponde al tercer hermano, Rocco, un individuo de alma generosa que, en cierta medida, depende de sus hermanos y es testigo ocular de las desgracias de su familia, en los tiempos en que se alista en el servicio militar y tiene un amorío breve con la antigua novia de su hermano, poco antes de convertirse en boxeador reputado. El cuarto es el de Ciro, el segundo hermano menor, que asiste a la escuela nocturna y trabaja duro como obrero de cuello azul en una fábrica de Alfa Romeo, comprometido siempre por el bienestar de su familia. El quinto es el relato de Luca, el más pequeño de los hermanos, un niño inocente que respeta a sus hermanos y desconoce los infortunios que atraviesa la familia. En términos generales, cada uno de estos episodios me parecen bastante sobrios porque, dicho sea de paso, los personajes están desarrollados con sustancia y tienen conflictos internos que se manifiestan en el exterior con una serie de diálogos sutiles, donde el abanico de situaciones sintetiza sobre el horizonte un discurso sobre los claroscuros de la travesía migratoria y la condición socioeconómica de los inmigrantes de la posguerra en Italia, entendido como la separación de una familia de clase obrera que se desintegra lentamente por ecuaciones externas a su núcleo como el trabajo, el desempleo, el matrimonio, la paternidad, el fracaso, el aislamiento, el sacrificio y las responsabilidades familiares, de cuatro hermanos que son prisioneros de circunstancias que los conduce por caminos diferentes y los aleja de la protección maternal. Esto es especialmente cierto porque las acciones de cada uno los hermanos, a menudo sintetizadas desde el vínculo diametralmente opuesto entre Rocco y Simone, catalizan una ruptura en el seno familiar que se acentúa con fuerza en las discusiones a puerta cerrada, las peleas de boxeo, los sueños perdidos, la imposibilidad de adaptarse a una industria capitalista que condena y excluye a sus esclavos. En pocas palabras, refleja la dialéctica en la que el capitalismo degrada moralmente a una familia obrera, en principio ilusionada, hasta trasladarla a un abismo de miseria, desigualdad y la disolución de la vida colectiva frente al individualismo. En ese sentido, me resulta notable, ante todo, la actuación espléndida de Alain Delon cuando utiliza la mirada y los gestos para transmitir la vulnerabilidad de un hombre sincero, bondadoso, determinado, que, debajo de la sexualidad reprimida, es el pilar moral de su familia y actúa para preservar la prosperidad de sus hermanos a costa de su propia felicidad, incluso si esto conlleva ser un boxeador que compite por el campeonato. También me parece sobria la interpretación secundaria de Renato Salvatori como el hermano fracasado, temperamental, mujeriego, que cae en el abismo de la autodestrucción cuando roba, viola, pelea y mata mientras busca su lugar en un mundo que lo traslada a un sendero oscuro de violencia y desesperación. La actuación de Annie Girardot es, de igual modo, creíble como la prostituta solitaria con el pasado turbio que huye del machismo y de los abusos. Sin embargo, la dinámica entre los dos hermanos, marcada por el amor fraternal y la rivalidad, es el corazón palpitante de toda la narración. Visconti suele encuadrarlos en una puesta en escena que combina la estética neorrealista con el melodrama operístico, en la que describe los problemas internos de los personajes a través del sobreencuadre, la elipsis, el sonido diegético, el campo-contracampo, el picado, el plano general, el primer plano, el fuera de campo, la iluminación expresiva y algunas modalidades del encuadre móvil que se transcriben con una cámara en constante movimiento de Giuseppe Rotunno. La música de Nino Rota, asimismo, eleva el valor emocional con la partitura melancólica que amplifica el tono épico y trágico del asunto. Estos mecanismos formales subrayan la decadencia del espacio urbano y dinamizan las secuencias de boxeo, además de intensificar los coloquios del drama familiar, de unos hermanos que tienen grandes aspiraciones, pero que, tristemente, chocan con una dura realidad que destruye lo que ellos conocen como hermandad y lealtad. Y pocas cosas se escapan de su estética finamente ajustada. Se trata, sin temor a equivocarme, de una obra mayúscula del período tardío del neorrealismo italiano.
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Ficha técnica
Título original: Rocco and His Brothers (Rocco e i suoi fratelli)
Año: 1960
Duración: 2 hr. 59 min.
País: Italia
Director: Luchino Visconti
Guion: Suso Cecchi d'Amico, Pasquale Festa Campanile, Massimo Franciosa, Enrico Medioli
Música: Nino Rota
Fotografía: Giuseppe Rotunno
Reparto: Alain Delon, Renato Salvatori, Annie Girardot, Claudia Cardinale, Katina Paxinou
Calificación: 9/10
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