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Calabria, mafia del sur, el director italiano Francesco Munzi se refugia en el cine gansteril con la finalidad, supongo, de mostrar el modus operandi de la Ndrangheta, la mafia de la región de Calabria que está considerada como una de las más poderosas en el mundo del crimen organizado. Lo que muestra en cerca de dos horas se aleja un poco de los lugares comunes del género. Su estilo sombrío capta el panorama de la mafia calabresa, a menudo con cierto realismo y actuaciones sobrias, pero, desgraciadamente, su narrativa tropieza en unas cuantas escenas previsibles que carecen de ritmo y pierden pujanza en su retrato sobre violencia intrafamiliar en tiempos fúnebres. La trama se esquematiza desde la perspectiva de tres hermanos que eran hijos de un pastor asesinado por la mafia local. El primero es Luigi, el más pequeño de los hermanos, un miembro de la Ndrangheta calabresa que se dedica al tráfico internacional de drogas mientras mantiene un estilo de vida lujoso. El segundo es Rocco, un empresario que reside en Milán con su familia y desaprueba el estilo de vida de su hermano menor. El tercero es Luciano, el mayor de los tres hermanos, un hombre taciturno que permanece en el pueblo de Calabria cuidando cabras en las montañas para mantenerse al margen de las actividades ilícitas de sus dos hermanos, mientras aconseja a su hijo Leo para que se distancie de la influencia criminal de que arrastra a la familia durante años. En general, el relato de estos tres hermanos se ensambla de un modo aterrizado que, propiamente dicho, se aleja diametralmente de los aspectos convencionales del género sobre gánsteres con la intención, sospecho, de sintetizar la disputa interna de una familia Ndrangheta que es ocasionada como punto de giro tras el asesinato de uno de los hermanos y los corolarios derivados de un conflicto entre las pandillas por el control de los territorios, donde todos los miembros se convierten en testigos de la violencia, la traición y el vacío de poder que debilita el núcleo del clan. En pocas palabras, habla de la decadencia de una familia que se desmorona desde el interior al lidiar con el pasado turbio que regresa a molestar su período de paz. El problema, sin embargo, es que los personajes funcionan como unos autómatas que, en su registro de obviedades, solo cumplen una tarea descriptiva para impulsar la trama, quedando más o menos en una marea de situaciones predecibles que se reducen a las discusiones al aire libre entre los miembros de la organización; las reuniones de los jefes para robustecer los vínculos dentro de la estructura de poder horizontal de las familias; las decisiones precipitadas del joven que anhela ser un gánster para vengar a su tío asesinado; los temores del padre reservado que no desea que su hijo se convierta en un mafioso. El esquema situacional esconde en su interior un discurso puntual sobre las disputas familiares y los dilemas ético-morales que son consecuencia directa de la violencia heredada. Las actuaciones del reparto son aceptables, pero se destaca, por encima de todo, la de Fabrizio Ferracane como el pastor afectado por la pérdida que despierta los demonios que se encontraban dormidos. Munzi suele encuadrarlo en una puesta en escena que goza de unas atmósferas lúgubres, que nunca abandonan su capa realista con esa lente de Vladan Radovic que añade una dimensión casi fantasmagórica a las escenas por las que caminan los gánsteres vestidos de negro. Estos elementos consiguen dotar a las escenas de cierta autenticidad, aunque a finde cuentas me deje con la sensación de familiaridad de que lo he visto antes con mejores resultados.
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Ficha técnica
Título original: Black Souls (Anime nere)
Año: 2014
Duración: 1 hr. 49 min.
País: Italia
Director: Francesco Munzi
Guion: Francesco Munzi, Fabrizio Ruggirello, Maurizio Braucci.
Música: Giuliano Taviani
Fotografía: Vladan Radovic
Reparto: Marco Leonardi, Peppino Mazzotta, Fabrizio Ferracane, Barbora Bobulova
Calificación: 6/10
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