Crítica de la película «Ghost Dog: El camino del samurái» (1999)

Ghost Dog: El camino del samurái
En Ghost Dog: El camino del samurái, Jim Jarmusch recupera su poética del hombre solitario para subvertir el género del crimen y sintetizar, desde los recovecos del interculturalismo, la vieja dialéctica sobre el amo y el esclavo que se sitúa en cualquier esquina de la sociedad capitalista estadounidense. No sé si se trata de una obra mayúscula de su filmografía, pero lo que veo en sus imágenes me convence lo suficiente como para deducir que Jarmusch, con su densidad estética, consigue dirigirla con un equilibrio que nunca pierde su sentido de ironía cuando interroga en su centro poético los diversos estereotipos culturales que edifican su discurso dialéctico sobre el patrón y el vasallo, con una extraña fusión de géneros que está en plena sintonía con la actuación de Forest Whitaker. Su trama se desarrolla en una ciudad desconocida del sur profundo y en ella Whitaker asume el papel de Ghost Dog, un asesino a sueldo de la mafia que vive como asceta en un apartamento viejo en el que practica la cetrería con sus palomas amaestradas y, además, sigue religiosamente el antiguo código de los samuráis que suele recitar cuando lee los pasajes del libro "Hagakure" de Yamamoto Tsunetomo; pero cuya existencia aislada toma un giro inesperado cuando mata por encargo a un miembro destacado del hampa italoamericano y es perseguido por la pandilla de un mafioso que le salvó la vida años atrás. El asunto de este personaje misterioso me atrapa de inmediato por la manera en que Jarmusch lo coloca en situaciones absurdas que se vuelven impredecibles en cada escena y, de igual modo, mezcla la comedia negra con el cine gansteril para alterar los lugares comunes que habitualmente se ve en estos géneros (hasta el western y las artes marciales son mezclados en su ecuación). Sus diálogos tienen vocación por el grosor poético. Y la acción opera con una intriga contenida. De esta forma, para mí no es muy difícil seguir su narrativa cuando distribuye sus escenas entre el samurái negro que se refugia en otra cultura para luchar contra los demonios internos mientras persigue la redención personal; los gánsteres estereotipados que dan sus órdenes contradictorias al tiempo que miran caricaturas violentas en el televisor; las conversaciones del samurái con el heladero y la niña del parque; la cotidianidad de un pueblo abandonado en el que se respira un ambiente de tranquilidad y miseria; los tiroteos agendados por los golpes de efecto del guion para impulsar la trama. El barullo del asesino funciona para construir un comentario social sobre la dialéctica filosófica del amo y el esclavo que, desde su profundidad ontológica, se entiende como el camino de servidumbre voluntaria de un individuo condenado a servir a su señor para redimirse por los pecados del pasado relacionado al crimen. A todo eso, asimismo, Jarmusch le añade subtextos que hablan implícitamente sobre la violencia, la desigualdad social, los prejuicios raciales y el intercambio cultural que se superpone como capa en la sociedad del capitalismo salvaje. El punto más sólido se halla, a mi parecer, en la interpretación de Whitaker, que a menudo utiliza de forma sobria su registro expresivo para interpretar a un afroamericano aislado, reservado, astuto, que mira con sus ojos la podredumbre de las calles mientras demuestra su pericia física para matar a sus objetivos y solo se comunica mediante una paloma mensajera que sirve como compañera en su vida contemplativa. También encuentro interesante los valores estéticos que Jarmusch encuadra en cada escena para ampliar el espectro psicológico del personaje a través del fundido encadenado, la sobreimpresión, el montaje mesurado, la elipsis, los intertítulos, el primer plano, la voz en off, las referencias cinéfilas y las panorámicas de Robby Müller que capturan con poesía visual las atmósferas urbanas de carácter sórdido. La banda sonora de RZA agrega otra dimensión con su estupenda selección musical de rap. En pocas palabras, todo parece finamente ajustado. Se trata de otra buena película de ese director de culto del cine independiente.

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Ficha técnica
Título original: Ghost Dog: The Way of the Samurai
Año: 1999
Duración: 1 hr. 56 min.
País: Estados Unidos
Director: Jim Jarmusch
Guion: Jim Jarmusch
Música: RZA
Fotografía: Robby Müller
Reparto: Forest Whitaker, John Tormey, Cliff Gorman, Henry Silva, Tricia Vessey, Isaach de Bankole
Calificación: 7/10


y John Tormey.

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