Crítica de la película «Hija de la gran ciudad» (1914)

Hija de la gran ciudad
Hija de una gran ciudad es un mediometraje mudo que veo en apenas media hora para examinar el cine de Yevgeni Bauer, considerado uno de los cineastas más innovadores del cine ruso de principios del siglo XX. La sigo con detenimiento en ese lapso de tiempo y descubro que, entre otras cosas, se trata de una película muda en la que Bauer, con ciertos hallazgos visuales, explora con lupa moderna de los efectos corrosivos de la ambición y el materialismo, pero cuyo melodrama, desafortunadamente, permanece estacionado bajo una capa de ironía previsible a la que le falta algo de emotividad para ampliar la historia de una tragedia conyugal. La trama tiene como protagonista a Mary, una mujer pobre que trabaja en una fábrica como costurera mientras sueña con estar rodeada de lujos y pertenecer a la burguesía; cuya vida cambia de la noche a la mañana cuando se casa con un burgués que se llama Victor y disfruta de lo que siempre había soñado en la gran ciudad. En general, este argumento sencillo es utilizado de manera competente por Bauer para entrar en sintonía con la poética del dilema matrimonial que era común en la década de los años 10 y, dicho sea de paso, se presenta a través del relato trágico de la mujer pobre que hunde al hombre rico. Bauer pinta un retrato acomodaticio que muestra la transformación interna de la protagonista desde la infancia hasta la adultez con el fin de simbolizar, en su radio discursivo, el poder destructivo de la ciudad y de la modernidad. La efigie de esta vampiresa refleja el colapso de los valores morales, en una sociedad que parece recompensar el interés personal por encima de todo y donde la corrupción moral se convierte en una virtud celebrada por las masas. Este discurso es quizá la parte más finamente ajustada de su engranaje y, sutilmente, arroja una crítica a la sociedad rusa de la época marcada por la desigualdad social engendrada por el capitalismo incipiente que comenzaba a moldear las vidas de sus habitantes. Su mirada, a menudo fatalista, pero siempre estéticamente refinada, sintetiza que las luces brillantes de la gran ciudad son solo eso: luces. Lo demás es oscuridad. A pesar de esta coherencia textual, todo el asunto está predeterminado en su epicentro narrativo porque las acciones de los personajes se mantienen en una superficie de discusiones melodramáticas con la fragancia teatral, reducidos solo a figuras que cumplen con una función descriptiva para impulsar la trama. Y las situaciones irónicas ocurren de una forma facilona que anticipo sin mucho esfuerzo. La actuación de Yelena Smirnova me parece, al menos, correcta cuando emplea su registro expresivo para mimetizar la personalidad de una mujer frívola y egoísta que vende su alma al diablo para vivir una vida de opulencia, adulterio y estatus social. Lo mismo sucede con Michael Salarow como el aburguesado que cae en el abismo y la miseria al seducir a una cocotte. Bauer, demostrando sus destrezas teatrales, suele encuadrarlos a ambos en una puesta en escena que, discretamente, acentúa la psicología de los personajes con algunas herramientas estéticas como el sobreencuadre, la sobreimpresión, el plano general, la iluminación artificial y, ante todo, los decorados lujosos que adornan con detalles cada uno de los espacios ocupados. En términos compositivos, el uso del espacio se transforma más bien en otro personaje, uno que marca la dialéctica entre la pobreza honesta y la riqueza vacía. Pero no hay nada más. Su melodrama mudo es como la crónica de una tragedia anunciada.

Ficha técnica
Título original: Child of a Big City (Ditya bolshogo goroda)
Año: 1914
Duración: 37 min.
País: Rusia
Director: Yevgeni Bauer
Guion: Yevgeni Bauer
Música: N/A (muda)
Fotografía: Boris Zavelev
Reparto: Yelena Smirnova, Nina Kosljaninowa, Michael Salarow, Arseniy Bibikov
Calificación: 6/10


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