Crítica de la película «Demolición» (2015)

Demolición
Demolición, el último largometraje de Jean-Marc Vallée antes de su inesperado fallecimiento a los 58 años, es una película con la que paso un rato prolongado de indiferencia durante la hora y media que dura su asunto sobre el duelo y las crisis personales. No me cabe la menor duda de que se beneficia de una actuación creíble Jake Gyllenhaal, pero a menudo el drama permanece situado en una zona de demolición que, lentamente, destruye, con cada reiteración, el potencial de su premisa sobre el dolor y la redención, donde lo único que queda sobre los escombros es la rutina de un personaje algo pretencioso. El protagonista que interpreta Gyllenhaal es Davis, un banquero de inversiones que goza de una carrera exitosa y que, en un día cualquiera, pierde a su esposa en un accidente automovilístico, quedando afectado por la tragedia a un nivel en el que deconstruye su vida de la manera más extraña posible: demoliendo objetos y dañando su propia reputación. De entrada, la narrativa del guion de Bryan Sipe, que recurre a la analepsis para narrar con la voz en off los eventos pasados, parece sacada de una novela de Chuck Palahniuk una vez que este singular protagonista se refugia en la destrucción de cosas materiales para aliviar su aflicción y recupera el valor del afecto al establecer una relación con una rubia que es madre de un adolescente rebelde y afeminado, mientras rechaza los placeres superficiales proporcionados por el lujo y la esclavitud del salario en la empresa del suegro que lo odia. La metáfora de la demolición física como una forma de lidiar con el duelo tiene cierta profundidad cuando subraya el calvario de un hombre que se entiende como la necesidad de liberarse de la apatía, el sufrimiento latente y las mentiras que se dice a sí mismo para creer que su vida montada sobre los objetos materiales le produce felicidad. En este sentido, la culpa y el dolor intrínseco del personaje se manifiesta en el exterior como un trastorno compulsivo cronometrado que refleja su catarsis de destrucción sobre la ansiedad, la desesperación y los impulsos violentos, de un sujeto del rendimiento que se niega a afrontar las etapas del duelo para no reconstruir el amor perdido del que solo conserva unos recuerdos que lo atormentan. La dedicación de Gyllenhaal en este papel es auténtica cuando emplea su registro expresivo para comunicar la abulia y la desconexión de un individuo apático que reprime sus emociones mientras busca recobrar la empatía que perdió por estar ensimismado en la burbuja del consumo y los excesos materialistas. El problema central, sin embargo, es que las acciones de su personaje se quedan estancadas en medio de las excentricidades calculadas y las pretensiones falsas que le restan volumen a su lado deshumanizado. Simplemente, me fatiga verlo demoliendo paredes con el martillo. Los personajes secundarios, entre los que se encuentran Naomi Watts y Chris Cooper, no tienen gran preponderancia en la evolución de Davis porque solo cumplen una función descriptiva para impulsar la trama por los caminos predecibles del crecimiento personal. Al margen del aparato de obviedades, me agrada por lo menos la forma en la que Vallée edifica la agenda psicológica del protagonista con el uso notable del plano subjetivo, el sonido diegético de los ruidos y la topografía proxémica del espacio que configura el núcleo del conflicto a través de los decorados que esperan ser destruidos en cada escena. Estos elementos añaden una cuota de distracción a la síntesis discursiva, pero a fin de cuentas no sirven mucho para recomponer una historia que, francamente, nunca deja de ser errática, torpe y aburrida.
  

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Ficha técnica
Título original: Demolition
Año: 2015
Duración: 1 hr. 41 min.
País: Estados Unidos
Director: Jean-Marc Vallée
Guion: Bryan Sipe
Música: 
Fotografía: Yves Bélanger
Reparto: Jake Gyllenhaal, Naomi Watts, Chris Cooper, Judah Lewis
Calificación: 5/10

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