Crítica de la película «Gritos y susurros» (1972)

Gritos y susurros
Sobre Gritos y susurros, Ingmar Bergman dijo en una ocasión: "...toqué secretos sin palabras que solo el cine puede descubrir". Esta reflexión me viene a la mente luego de pasar cerca de una hora y media absorbiendo sus imágenes porque, en general, el cineasta sueco se refiere a los temas universales que toca sobre el encuadre cuando ejecuta su singular estética. No es una película que me toque especialmente las fibras emocionales, porque, como bien decía, estimula el juicio para razonar sobre la materia examinada, pero, a decir verdad, encuentro que es un drama psicológico finamente ajustado, en el que Bergman, con estética densa, ofrece un retrato íntimo y opresivo sobre el sufrimiento, la muerte y la feminidad. El argumento se sitúa a finales del siglo XIX y narra los acontecimientos de tres hermanas burguesas que se reúnen en su antigua residencia para rememorar las experiencias amargas del pasado, mientras una de ellas es atendida por la sirvienta en los instantes en que agoniza lentamente como producto de un cáncer terminal. A través de las interacciones entre ellas, Bergman me envuelve en una atmósfera opresiva, donde los susurros y gritos de las hermanas parecen coexistir en el mismo espacio: el de las almas heridas. Desde la primera escena, su narración fragmentada, que a menudo alterna los puntos de vista con el uso de la analepsis, explora los abismos emocionales y los muros que las personas levantan entre sí, incluso dentro del núcleo de una familia. En términos textuales, el dilema existencial de las hermanas, y también de la criada, dialogan con tópicos puntuales muy freudianos sobre la angustia, la impotencia, la frustración, el aislamiento, la soledad, los sueños, la sexualidad reprimida, el dolor, el rechazo, el abuso, la pérdida y la hermandad; de mujeres angustiadas por la culpa y la imposibilidad de reparar el vínculo afectivo debilitado por la incomunicación. Las escenas relevan la felicidad aparente de una familia burguesa; los traumas del pasado que no se superan; las infidelidades de una esposa cansada del matrimonio fallido; el griterío de una mujer moribunda tras un largo período de sufrimiento; el reencuentro de las dos hermanas distanciadas por la indiferencia; la esposa que se mutila los genitales con un trozo de vidrio roto para castigar al esposo estéril que no la satisface; la reconciliación que anuncia la pesadilla de la inevitabilidad de la muerte. La dinámica entre estos personajes femeninos muestra cómo, a pesar de la cercanía física, el alma humana puede permanecer aislada, encerrada en sus propios tormentos. La carga dialógica tiene cierta vocación poética cuando las hermanas dicen las verdades guardadas. Y las situaciones que suceden casi siempre en los interiores de la mansión tienen sutileza, pero evocan, de igual modo, una sensación enigmática en su exterior proxémico. Las interpretaciones son igualmente sobrias en su registro dramático, destacándose la de Harriet Andersson como la hermana agonizante que transmite el sufrimiento físico y psicológico con una autenticidad inquietante. A su alrededor, Liv Ullmann e Ingrid Thulin encarnan a dos hermanas cuya distancia emocional es palpable, aun cuando intentan reconciliarse. Con estas tres actrices, Bergman crea sobre el relato una atmósfera desesperanzada, en la que utiliza a ritmo mesurado una serie de dispositivos estilísticos para marcar la dialéctica entre la crueldad y la bondad que divide a las hermanas por medio del fuera de campo, además de alcanzar los hallazgos visuales que produce la lente de Sven Nykvist a través de los claroscuros, la iluminación preciosista, el primerísimo primer plano y, sobre todo, el uso simbólico del color rojo que está omnipresente en todas las escenas que se funden sobre el carmesí. Las escenas, encadenadas con el inusual fundido a rojo, están cuidadosamente compuestas para que cada imagen evoque un estado emocional, siendo la cámara de Nykvist casi un personaje en sí misma, capaz de capturar la intensidad psicológica en los momentos silenciosos que se pierden entre las miradas.

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Ficha técnica
Título original: Cries and Whispers (Viskningar och rop)
Año: 1972
Duración: 1 hr. 32 min.
País: Suecia
Director: Ingmar Bergman
Guion: Ingmar Bergman
Música: Johann Sebastian Bach, Georg Friedrich Händel
Fotografía: Sven Nykvist
Reparto: Harriet Andersson, Kari Sylwan, Ingrid Thulin, Liv Ullmann
Calificación: 7/10

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