Crítica de la película «Mi primo Vinny» (1992)

Mi primo Vinny
Mi primo Vinny es una película de Jonathan Lynn que, desde su estreno tibio en los años 90, ha gozado de una popularidad de culto desde que tuvo un desempeño notable en las rentas de video casero y la televisión por cable. En aquella época yo no le presté mucha atención, pero consigo ahora darle un visionado completo para saber por qué Marisa Tomei ganó el Oscar a Mejor Actriz de Reparto en 1993. Al margen de lo que Tomei puede demostrar con su glamour y un par de diálogos sobre carros, tengo la sensación de que es una comedia aburrida, que pierde su ritmo entre las rutinas superficiales de los personajes y el repetido proceso judicial a puerta cerrada, donde no me queda más remedio que soportar sus obviedades hasta el final predecible con aroma a final feliz. Durante los primeros 30 minutos, la historia apenas avanza. Se siente como si estuviera alargando el momento de introducción a Vinny Gambini, un abogado novato y carismático, con un pasado asociado a la mafia, que llega al sur de Estados Unidos junto a su novia Mona Lisa Vito para defender a dos jóvenes neoyorquinos que son arrestados injustamente por un crimen de asesinato que no cometieron. De entrada, esta trama tiene un arranque lento que, quizás, me toma por sorpresa por la química que tienen Joe Pesci y Marisa Tomei en cada escena. Uno interpreta a un abogado hábil, duro, de aspecto gansteril, que más allá de su diploma de lesiones personales de Brooklyn y muy a pesar de su falta de conocimiento legal, recurre a los dones de oratoria para convencer al juez antagónico y a los señores del jurado que observan los testimonios en la corte. La otra asume el papel de una novia frívola, histérica, que emplea su belleza y su amplia experiencia en mecánica automotriz para ayudar a su prometido a resolver el caso. El problema central, no obstante, es que no dejo de pensar que sus personajes funcionan solo como simples caricaturas estereotipadas y ocupan un espacio de descripción para impulsar inútilmente una trama que, dicho sea de paso, repite su abanico de situaciones absurdas entre las discusiones de la pareja que se despierta de madrugada por el ruido del vecindario; los intercambios culturales con los pueblerinos que holgazanean en las calles; los episodios en el juicio que se estiran hasta que comienzo a mirar el reloj para saber cuándo termina la tortura. Pesci se interpreta a sí mismo como el abogado incompetente sin experiencia previa, en un estereotipo cercano al gánster intimidante de Scorsese. La actuación de Tomei, por otro lado, lanza unas cuantas líneas de diálogo que me levantan una que otra ceja en el clímax del tribunal, pero casi todo el tiempo luce como accesorio cosmético al servicio de la moda, en un guion que no le permite evolucionar más allá de ser la "novia ruidosa" de Vinny. Su talento como actriz podría haber sido aprovechado de manera más significativa. La lentitud que se amplía con cada minuto que pasa no solo afecta la narración, sino que también diluye una comedia que se sustenta sobre bromas sin gracia y estereotipos culturales simplones que no logran el efecto deseado. Uno podría esperar que la película arrancara con más energía, pero en su lugar, se arrastra sin rumbo claro. Su enfoque inconsistente parece depender más de los chistes prefabricados que de una narrativa sólida. En pocas palabras, es una comedia cutre que no ha envejecido tan bien como algunos creen y permanece, entre otras cosas, en una inercia aparatosa que nunca resulta ser divertida. Para mi gusto, es más frustrante que graciosa.

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Ficha técnica
Título original: My Cousin Vinny
Año: 1992
Duración: 2 hr. 00 min.
País: Estados Unidos
Director: Jonathan Lynn
Guion: Dale Launer
Música: Randy Edelman
Fotografía: Peter Deming
Reparto: Joe Pesci, Marisa Tomei, Ralph Macchio, Fred Gwynne, Mitchell Whitfield
Calificación: 4/10

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