Todo un parto es una película de Todd Phillips con la que me sucede algo extraño. Como comedia de carretera reúne las condiciones necesarias para sacar algo de humor absurdo con la química de Robert Downey Jr. y Zach Galifianakis, pero su viaje predecible pronto pierde el efecto cómico cuando se desvía por una serie de atajos fáciles y muy aburridos que, en cada parada, se desgastan como las llantas de un coche. El argumento sigue las experiencias de Peter Highman, un arquitecto exitoso que intenta viajar de Atlanta a Los Ángeles con la finalidad de llegar a tiempo para el nacimiento de su hijo pero que, tras varios infortunios, se ve obligado a trasladarse por la autopista con un aspirante a actor que convierte su sencillo viaje en una odisea caótica y desesperante. En general, la narrativa se planta sobre las fórmulas habituales de la comedia absurda y el road movie en pareja, en el que la colección de chistes de los dos personajes se reduce a las situaciones inesperadas que surgen en cada kilómetro y al carácter opuesto de sus respectivas personalidades. Uno es un hombre soberbio, desagradable y malhumorado que se toma las cosas en serio porque no sabe enfrentar la frustración con su inteligencia emocional. El otro en cambio es el típico hombre inmaduro, torpe, irresponsable, que no ha aprendido las reglas sociales básicas y lleva una vida solitaria con su perro para olvidar los traumas del pasado. La aventura de este par tiene choques, mentiras, peleas, discusiones, robos, compras, llamadas con BlackBerry. Sin embargo, por momentos me asalta la sensación de que no hay espacio para la empatía o la conexión con los personajes; simplemente son arquetipos caricaturescos que se mueven de un desastre al siguiente sin ninguna posibilidad de ofrecer algo novedoso más allá de la falta de sutileza y de las situaciones ridículas que solo se ganan mi completa indiferencia. El guion parece no tener idea de cómo hacer que su dinámica funcione lejos de las bromas regaladas que desafían toda lógica slapstick. En cada escena, Phillips apuesta por el humor negro más básico, recurriendo constantemente a gags físicos exagerados que parecen muy pretenciosos desde la superficie, en un intento de replicar la fórmula empleada previamente en la hilarante ¿Qué pasó ayer? en 2009. El problema central es que, en lugar de aprovechar el evidente carisma de sus protagonistas, la trama los pone en eventos cada vez más absurdos, y en ningún momento se siente que haya un verdadero desarrollo de personajes. Los intentos de establecer un vínculo entre los dos protagonistas se sienten apresurados y artificiales, sin construir una relación que realmente justifique el final supuestamente conmovedor. Downey Jr. parece fuera de lugar, encasillado en un papel que no le permite lucir su versatilidad como actor, pero que, de igual forma, es creíble capturando la personalidad de un sujeto irritado a perpetuidad. Galifianakis, por otra parte, no me da risa y su personaje resulta una copia barata del estereotipo que es su marca registrada, sin el ingenio ni la frescura que caracterizó su actuación anterior. Ninguno de ellos me resulta gracioso y, en la hora y media que dura su viaje, disfruto más de los paisajes de la cultura norteamericana y algunas de las canciones que escucho de su soundtrack. La película nunca decide si quiere ser una comedia pura o una historia sobre el crecimiento personal, y esa ausencia de identidad termina afectando gravemente el resultado final.
Ficha técnica
Título original: Due Date
Título original: Due Date
Año: 2010
Duración: 1 hr. 35 min.
País: Estados Unidos
Director: Todd Phillips
Guion: Alan R. Cohen, Alan Freedland, Todd Phillips, Adam Sztykiel
Duración: 1 hr. 35 min.
País: Estados Unidos
Director: Todd Phillips
Guion: Alan R. Cohen, Alan Freedland, Todd Phillips, Adam Sztykiel
Música: Christophe Beck
Fotografía: Lawrence Sher
Reparto: Robert Downey Jr., Zach Galifianakis, Jamie Foxx, Michelle Monaghan
Fotografía: Lawrence Sher
Reparto: Robert Downey Jr., Zach Galifianakis, Jamie Foxx, Michelle Monaghan
Calificación: 5/10
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