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Gladiador II, Ridley Scott persigue nuevamente el manual de la ucronía para continuar el legado de lo que había dejado en la magnífica
Gladiador (2000) y, dicho sea de paso, repetir las fórmulas prefabricadas del péplum para darle otra resurrección como género en decadencia, después de durar casi 24 años tratando de ponerla sobre la marcha. Por desgracia, nada de lo que ofrece como secuela en su largo metraje de dos horas y media consigue retener mi atención. Scott se empeña en entregar una epopeya de sangre, violencia y conspiraciones políticas en la Antigua Roma, pero a menudo el enfoque apresurado no posee ni siquiera un rastro del alma de la predecesora y suele permanecer, en ocasiones, en una zona acomodaticia que frecuenta lugares comunes, como si lo único que quedara es el afán de apelar a la nostalgia para que sea menos aburrida. La trama ahora se sitúa 16 años después de los acontecimientos de la primera entrega y sigue la odisea de Hannón, un fuerte soldado del reino norteafricano de Numidia que pierde a su esposa Arishat en una batalla contra el Imperio romano dirigido por el general Acacio y, más tarde, pasa a convertirse en un esclavo al servicio de un señor llamado Macrino, que le promete la oportunidad de matar a Acacio si gana suficientes combates como gladiador en el coliseo romano. En términos generales, el asunto de este gladiador con el pasado trágico despierta mi interés cuando lucha con espada y sandalia como lo hizo alguna vez Máximo y alcanza cierta fama entre la población, mientras en los alrededores se origina un complot político por aquellos miembros del senado que buscan deshacerse de los despiadados emperadores Geta y Caracalla. Sin embargo, me asalta la sensación de que la narrativa carece del pulso necesario para ser entretenida y la acción, por lo regular, se reduce a una serie de situaciones rutinarias que nunca escapan del círculo de las discusiones a puerta cerrada sobre golpes de Estado; las peleas sangrientas en la arena del coliseo entre los gladiadores que se niegan a ser esclavos; los planes de Lucilla para derrocar a los tiranos que ensucian el legado de su padre Marco Aurelio; las estratagemas de Macrino para manipular a los emperadores y quitarles el poder por la fuerza como objeto de venganza; los diálogos que revelan el verdadero pasado de Hannón como heredero perdido. Siento, en general, que los personajes tienen un desarrollo accidentado que los estaciona en escenas con el único propósito de acentuar descripciones superfluas del guion y, además, impulsar el comentario sobre el honor, el deber y la ética del poder político como instrumento de democracia republicana. No me inquieta ni me apasiona lo que observo en la trama de juego de tronos y las secuencias de acción me resulta un poco tibias, pero reconozco, al menos, que Paul Mescal encarna con seguridad al héroe romano y demuestra su pericia física para las escenas dinámicas de las contiendas, aunque a veces el guion lo coloca en zonas previsibles que debilitan su heroísmo. Ya sabía yo la identidad secreta que guarda su personaje porque Scott lo había revelado en la antecesora. Pero Pascal, de igual modo, tiene una presencia que solo es eclipsada por Denzel Washington como el villano maquiavélico que mueve los hilos del poder. Con ellos, Scott saca sus cartas más relevantes en la reproducción auténtica de la época que se refleja, entre otras cosas, sobre los decorados, la atención al detalle y el diseño de vestuario, con unos efectos especiales que renderizan con fidelidad el panorama del Imperio romano cuando no hay ni babuinos ni tiburones generados por ordenador. Scott procura, como siempre, que la parte visual sea competente. Pero, desafortunadamente, nada de esto impide que su épica revisionista caiga en una inercia de vacuidad que solo termina cuando aparecen los créditos.
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Ficha técnica
Título original: Gladiator II
Año: 2024
Duración: 2 hr. 31 min.
País: Estados Unidos
Director: Ridley Scott
Guion: David Scarpa
Música: Harry Gregson-Williams
Fotografía: John Mathieson
Reparto: Paul Mescal, Denzel Washington, Connie Nielsen, Pedro Pascal, Joseph Quinn, Fred Hechinger
Calificación: 5/10
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