Crítica de la película «Un hombre diferente» (2024)

Un hombre diferente
Un hombre diferente es una película en la que, Aaron Schimberg, retoma los apuntes de su poética del prejuicio para dialogar sobre esas personas con discapacidad que se niegan a aceptarse como son. Su acercamiento a la materia conjunta drama psicológico con algunos rastros del terror corporal, y desde su estreno en distintos festivales de cine ha sido aplaudida por unas presuntas virtudes que yo, francamente, no consigo encontrar en sus dos horas de metraje. Si bien es cierto que Schimberg encuadra el asunto sobre prejuicios y autoaceptación con una actuación camaleónica de Sebastian Stan, su narración se debilita gradualmente al permanecer estacionada en una zona redundante y fútil que se estira, innecesariamente, sin añadir algo de sustancia a la premisa del doble. El argumento se sitúa en la ciudad de Nueva York. Sigue la existencia de Edward Lemuel, un actor tímido que tiene el rostro desfigurado debido a la neurofibromatosis; mientras se hace amigo de la vecina que es aspirante a dramaturga llamada Ingrid y, además, trabaja en las producciones de los anuncios comerciales sobre discapacitados con problemas similares a los suyos. En general, la trama tiene un arranque que me interesa, ante todo, por la manera en que se muestra el trauma de Edward como el de un hombre que, por el rechazo de los demás, recurre a un tratamiento médico experimental que cura la condición de su cara y asume la identidad de un tal Guy Moratz para esconder el pasado trágico; convirtiendo la vida de este en aquella metáfora del doppelgänger que se destruye a sí mismo cuando se transforma en el otro en busca de los placeres que nunca tuvo. El problema central, no obstante, es que noto que el ritmo narrativo se accidenta en los lugares comunes y, por lo regular, mantiene las acciones de los personajes suspendidas sobre una capa de indulgencia calculada que siempre los coloca en situaciones previsibles. Nunca se interroga al protagonista más allá de las descripciones obvias del guion. Y sospecho que, a partir de la segunda mitad, escasean las sorpresas. De esta manera, no alcanzo a sentir nada por el éxito de Guy como un agente de bienes raíces; por la relación de Guy con Ingrid al tiempo que descubre que está tratando de producir una obra de teatro off-Broadway que lleva su nombre original; las audiciones de Guy con la máscara de Edward para asegurar el papel principal; la caída de Guy cuando cae prisionero de la envidia al ver que un hombre con neurofibromatosis, similar a su antiguo yo, se vuelve más popular que él hasta el punto de quitarle el protagonismo de la obra y a la propia Ingrid. Dentro del registro de obviedades, los personajes solo funcionan en la superficie para elaborar un comentario social sobre el aspectismo, entendido como la obsesión de un individuo inseguro de sí mismo que es castigado moralmente con la insatisfacción cuando se arriesga a ocultarse detrás una máscara para ajustarse a los estereotipos sociales comúnmente asociados con los estándares de belleza. Esto es específicamente cierto cuando Edward lucha contra la exclusión y la discriminación por su aspecto físico, pero luego se da cuenta de que su identidad falsa solo obstaculiza su necesidad de aceptar su propia autenticidad. La interpretación de Stan logra que el texto tenga cierta coherencia cuando utiliza los gestos, la voz, la mirada y el maquillaje prostético para interpretar a las dos caras de Edward. Adam Pearson también me parece sobrio cuando interpreta, con el acento y los respectivos registros, a dos personajes idénticos en apariencia física, pero con personalidades completamente opuestas. Con ellos, Schimberg construye subtextos metanarrativos sobre las posibilidades expresivas de los actores de teatro y, asimismo, encuadra las atmósferas urbanas con un filtro noventero que, admito, se ve absorbente. Desgraciadamente, nada de esto evita el exceso de pretenciosidad con el que trata la historia indulgente del actor de las dos caras.

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Ficha técnica
Título original: A Different Man
Año: 2024
Duración: 1 hr. 52 min.
País: Estados Unidos
Director: Aaron Schimberg
Guion: Aaron Schimberg
Música: Umberto Smerilli
Fotografía: Wyatt Garfield
Reparto: Sebastian Stan, Renate Reinsve, Adam Pearson
Calificación: 6/10

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