Mi afán por buscar alguna comedia popular que me saque alguna risa, me ha llevado hasta los rincones de
El diario de Bridget Jones, una película que adapta el material de la novela homónima de Helen Fielding y de la que, dicho sea de paso, evadí en unas cuantas ocasiones porque, honestamente, no me llamaba la atención ni siquiera con todas las cosas buenas que había escuchado de gente que aplaudía sus presuntas virtudes. Lo que encuentro en poco más de hora y media, no obstante, me deja tan frío como la nieve porque, francamente, es una comedia romántica bastante aburrida, simplona, sin humor, que a menudo permanece situada en una serie de clichés que le quitan resonancia al diario de la treintañera indecisa que interpreta Renée Zellweger. La trama se ambienta en Londres y sigue a Bridget Jones, una mujer soltera atrapada en la crisis de los treinta años que anota en su diario las cosas que le preocupan sobre su carrera, su autoestima, sus vicios, su familia, sus amigos y, sobre todo, las relaciones románticas que la llevan a tener un serio dilema femenino al no poder decidirse entre dos hombres diametralmente opuestos (uno honesto y un mentiroso), donde toma la resolución de Año Nuevo de cambiar su vida. En una primera parte, se muestra a Jones como una asistente de publicidad en una editorial en la que se acuesta con el jefe mujeriego, mientras a veces mata el tiempo saliendo con sus amigas y descubre, además, un episodio de decepción amorosa. En la segunda mitad, presenta a Jones trabajando en televisión como una reportera, asistiendo a fiestas navideñas y, entre otras cosas, comienza a desarrollar sentimientos por el abogado arrogante al que halla por coincidencia en varios lugares. El conjunto, en general, no supone nada fuera de lo ordinario porque la narrativa arranca sin gracia estableciendo los conflictos apresurados y, por desgracia, los personajes solo cumplen con una función descriptiva que es incapaz de alejarse de los estereotipos comunes del género (la chica insegura, el galán, el serio, los padres indulgentes, las amigas chismosas, etc.). La forma en que la película maneja el romance es superficial y poco convincente cuando Bridget queda encerrada en el triángulo amoroso con los dos hombres, dejando rastros previsibles que se amplían entre las conversaciones a puerta cerrada, las circunstancias del momento y las acciones calculadas a plena luz del día. Desde caídas torpes hasta comentarios incómodos en reuniones sociales, la mayoría de los chistes dependen de hacer que Bridget quede en ridículo una y otra vez antes de decidirse por el tipo moralmente correcto. Simplemente permanezco perplejo ante tanta estupidez. Esto no solo es repetitivo, sino que también se siente poco gracioso. Zellweger, con su histrionismo y sus gestos, da vida a una rubia apática y torpe que se fuma un cigarrillo para olvidar los desamores entre episodios de vergüenza, pero su construcción se siente más como una caricatura exagerada, sin dimensiones, que es reducida al arquetipo de la chica inconforme y desesperada por una pareja que solo encuentra la redención a través del amor en lugar de tomar el control real sobre su carrera. No veo que ella tenga nada de química con los insustanciales Hugh Grant o Colin Firth. Tampoco dejo de pensar que ella pasea por una puesta en escena que es convencional y que, muchas veces, se estira innecesariamente para llegar tropezando a un clímax que, como comedia romántica, ofrece una visión reduccionista y acartonada sobre una mujer en crisis.
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Ficha técnica
Título original: Bridget Jones's Diary
Año: 2001
Duración: 1 hr. 37 min.
País: Reino Unido
Director: Sharon Maguire
Guion: Andrew Davies, Helen Fielding
Música: Patrick Doyle
Fotografía: Stuart Dryburgh
Reparto: Renée Zellweger, Hugh Grant, Colin Firth, Jim Broadbent, Gemma Jones
Calificación: 4/10
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