Crítica de la película «Uno contra todos» (1949)

Uno contra todos
Uno contra todos, conocida también con el título de El manantial, es una película de King Vidor que adapta la novela homónima de Ayn Rand y de la que, según se dice, ella misma escribió el guion sin cambiar ni una palabra después de negociar con Jack Warner. Durante su estreno, fue recibida tibiamente por la prensa, imagino que por razones políticas ajenas a mis deducciones. Pero, tras pasar casi dos horas absorbiendo sus imágenes, no me queda más remedio que compartir una opinión cercana a la de esos agentes. De entrada, es un melodrama que Vidor construye sobre espacios arquitectónicos que tienen cierto aire de sofisticación por donde pasean Gary Cooper y Patricia Neal, pero su enfoque moderno carece de emoción, y la narrativa a menudo banaliza su discurso sobre el poder, el individuo y la virtud del egoísmo. El argumento se ambienta en Nueva York y sigue la vida de Howard Roark, un arquitecto individualista que defiende su visión artística frente a los rivales envidiosos y resentidos del establishment que se niega a aceptar el mérito individual para custodiar los intereses de la gleba colectivista; mientras traza su propio camino diseñando la arquitectura de edificios modernos de la ciudad y mantiene un romance, además, con una glamurosa socialité que escribe una columna en el periódico que controla un ambicioso empresario editorial. En general, la narración se estructura sobre los elementos del melodrama de los años 40, donde el "hombre hecho a sí mismo" es un individuo cuyo éxito es fruto de su propia creación y se enamora perdidamente de una dama mientras las pasiones de ambos son arrojadas a los ideales del sueño americano; pero traslada el conflicto a una sociedad colectivista que condena a todo aquel que se atreva a innovar por sí solo en el campo de la arquitectura. El arranque, desde luego, despierta mi interés por las peripecias del arquitecto que representa el arquetipo del héroe randiano que persevera para alcanzar sus valores como una versión idealista de Frank Lloyd Wright. El problema fundamental, no obstante, es que percibo que los personajes están esbozados sin profundidad psicológica y sus acciones, por lo regular, transcurren en unos escenarios teatralizados que reducen sus conflictos a discusiones a puerta cerrada que se suelen repetir en más de una ocasión con algunos facilismos. De esta manera, solo recibo con abulia la odisea del arquitecto emprendedor que lucha contra la multitud conformista que busca destruirlo moralmente por no ser común; el amor de la mujer independiente que es domada por el arquitecto egoísta; la ambición del magnate de los medios que compra los servicios del arquitecto para construir sus ambiciosas edificaciones frente a la esposa que no lo ama; el crítico villanesco de arquitectura que manipula a una turba furiosa para acabar con el individualismo del arquitecto condenado. Por alguna razón, siento que los personajes no tienen textura dramática y su desarrollo se establece con una capa unidimensional que funciona con el único propósito de sintetizar una crítica filosófica y sociopolítica sobre la ética del individualismo, entendido como la autoafirmación de un individuo que le hace frente al orden establecido por una sociedad horizontal que vigila y castiga a todo aquel que no se ajuste al manifiesto del ministerio de conformidad pública. En este sentido, al menos, encuentro creíble la actuación de Cooper cuando utiliza los gestos y la mirada para comunicar, con naturalidad, la personalidad psicorrígida de un héroe randiano inteligente, desafiante e indiferente que es exigente consigo mismo. También la de Neal como la mujer decidida e indómita. Ambos se pasean por una puesta en escena que refleja algunas de las virtudes formales de Vidor para el cuidado de los escenarios ampulosos, la iluminación y el encuadre móvil, además de la integración correcta de la música de Max Steiner. Nada de esto, sin embargo, evita que su película salga de esa zona de pretensiones que, dicho sea de paso, colapsa como un edificio a punto de ser demolido.

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Ficha técnica
Título original: The Fountainhead
Año: 1949
Duración: 1 hr. 54 min.
País: Estados Unidos
Director: King Vidor
Guion: Ayn Rand
Música: Max Steiner
Fotografía: Robert Burks
Reparto: Gary Cooper, Patricia Neal, Raymond Massey, Kent Smith, Robert Douglas
Calificación: 6/10




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