Capitán América: un nuevo mundo es una película de Marvel Studios en la que se busca continuar con el legado del insípido Steve Rogers a través de Sam Wilson y, además, expandir la oferta del universo cinematográfico que, en su quinta fase, muestra serios niveles de desgaste que me indican que la gerencia de Kevin Feige ha perdido todo su rumbo creativo. Lo único que queda es repetir las fórmulas habituales de siempre para contentar a la masa de fanboys porque, francamente, es una película de superhéroes enormemente aburrida y carente de gancho con sus personajes patrióticos de segunda categoría, durante dos horas en las que me asalta la sensación de que el escudo le queda demasiado grande a Anthony Mackie hasta en las escenas más predecibles. La trama sigue a Wilson en los días en que asume las tareas del gobierno como nuevo Capitán América y, junto a su compañero Joaquín Torres en el puesto de Falcon, realiza misiones peligrosas con el objetivo de combatir a los mercenarios responsables de atentar contra la vida del presidente de los Estados Unidos Thaddeus Ross. En general, la narrativa se ensambla con las ecuaciones básicas que se han visto en las otras películas sobre Capitán América del UCM, en la que el patriota heroico debe cargar el escudo para luchar por el bienestar nacional y vencer al villano de turno que socava la soberanía. El problema fundamental, no obstante, es que a lo largo de todo lo que veo me invade una abulia considerable porque, entre otras cosas, los personajes no poseen tanto desarrollo lejos de las motivaciones superficiales arregladas por el guion y sus acciones suelen frecuentar lugares comunes en los que se ausenta la sorpresa porque todo es predecible en el epicentro de situaciones que se configura bajo los estándares de los estereotipos inclusivos de Hollywood. De esta forma, me quedo anestesiado cuando veo las hazañas del superhéroe negro que resuelve el conflicto sin mucho esfuerzo con su escudo y las alas; las intervenciones de Líder como el supervillano que usa la canción "Mr. Blue" para controlar las mentes de los soldados y que, además, anhela vengarse del presidente por lo que le hicieron en el pasado cuando fabricaba pastillas que prolongaban la vida del mandatario; la megalomanía de un presidente blanco que se empeña en adueñarse del adamantium en Japón para cumplir con sus políticas expansionistas antes de ser atacado por soldados mentalmente manipulados. Asimismo, percibo cierta dejadez en las secuencias de acción que se montan sobre la base de facilismos y clichés para resolver los conflictos más urgentes. Mackie, por lo menos, demuestra su pericia física para las escenas de riesgo y los combates cuerpo a cuerpo, pero encarna al nuevo Capitán América sin pena ni gloria, como un sujeto desabrido que llega a ser incluso más olvidable que el de Chris Evans, con un traje que ni siquiera le queda a la medida. También veo desperdiciada la presencia de Harrison Ford como el presidente norteamericano que se transforma en el Hulk Rojo que ya se anunciaba desde los tráileres. Los efectos visuales, de igual modo, se integran con una escasa atención al detalle que me induce a pensar que no hubo una pulida suficiente en el departamento de pirotecnia generada por ordenador. Y la música apenas se escucha en los momentos de presunto heroísmo y sentido patriótico. Por mis experiencias con los pasados visionados de las películas de Capitán América me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que esta es una de las más mediocres, en una etapa del UCM en la que ya es evidente que no tienen nada nuevo que contar sobre el patriota de estrellas y rayas.
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Título original: Captain America: Brave New World
Duración: 1 hr. 58 min.
País: Estados Unidos
Director: Julius Onah
Guion: Malcolm Spellman, Dalan Musson, Rob Edwards, Julius Onah, Peter Glanz
Fotografía: Kramer Morgenthau
Reparto: Anthony Mackie, Harrison Ford, Danny Ramirez, Shira Haas, Tim Blake Nelson, Carl Lumbly, Giancarlo Esposito, Liv Tyler
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