En El nombre de la rosa, el realizador francés Jean-Jacques Annaud se dispone a adaptar la famosa novela de Umberto Eco con la finalidad, supongo, de presentar la extraña obsesión que tuvo toda la vida por las iglesias medievales y las tradiciones eclesiásticas. Las dos horas que tiene de metraje me inducen a pensar, entre otras cosas, que tiene cierto grado de misterio con el detective sacerdotal que interpreta Sean Connery, pero, por desgracia, se apresura a frecuentar lugares comunes que le quitan intriga a su trama sobre asesinato, herejía y corrupción en la iglesia medieval. El argumento se sitúa en el siglo XIV en el norte de Italia y sigue el camino de William de Baskerville, un fraile franciscano que llega a una abadía benedictina junto a su ayudante Adso para investigar una ola de asesinatos que ocurre en los interiores del castillo en medio de una importante conferencia teológica sobre la eticidad de la iglesia católica. En términos generales, la narrativa sintetiza la obra homónima de Eco a partir de la fórmula convencional del misterio detectivesco, donde el protagonista utiliza su potencial deductivo para investigar las pistas y descubrir la identidad del asesino que se oculta cerca del clímax. El arranque es, desde luego, atrapante cuando William usa su mente deductiva y analítica para descifrar la evidencia del rompecabezas al lado del monje novicio que cae prisionero de la lujuria y pierde en secreto la virginidad con una campesina muda (que intercambia favores sexuales a cambio de comida), mientras el orden eclesiástico se desequilibra por las supersticiones de unos curas de aspecto siniestro que están corrompidos por el poder y los vicios personales. El problema, no obstante, es que percibo que todo el asunto abandona el rastro de pujanza porque los personajes carecen de un desarrollo ajustado más allá de las descripciones superfluas y, además, sus acciones se reducen a los clichés del género que suelen conducir a situaciones predecibles a la hora señalada, sin que haya nunca un momento para alguna revelación especial que añada alguna capa de profundidad psicológica a sus motivaciones. De esta manera, solo consigo recibir con cierta abulia los facilismos con los que el sacerdote resuelve el enigma en el laberíntico castillo solo con los lentes, la lectura y un par de manuscritos antiguos. La ausencia de gancho es notable en la segunda mitad. A pesar de estos tropiezos narrativos, logro ver algo de credibilidad en la actuación de Connery, quien emplea su mirada, la voz y los gestos estoicos para interpretar a un asceta intelectual que deduce con facilidad la podredumbre y las injusticias inquisitoriales en nombre de Dios desde una biblioteca escondida, aunque algunas cosas del pasado de su personaje dejan unas cuantas interrogantes abiertas junto al jovencísimo Christian Slater que lo acompaña. También la breve aparición de F. Murray Abraham como el inquisitorial sacerdote enviado para condenar en la hoguera a los heréticos sospechosos de las muertes, y la de Ron Perlman como un jorobado desfigurado que habla galimatías en varios idiomas. Con todos estos actores, Annaud transcribe el texto de Eco para enunciar una síntesis discursiva sobre la corrupción religiosa y el poder del conocimiento que se adquiere cuando se lee libros que permiten escapar de los peligros de las ideas de las masas adoctrinadas. También se preocupa por los valores estéticos que se distribuyen a través del primer plano, el vestuario, los decorados que reproducen el período medieval con autenticidad y, sobre todo, las atmósferas lúgubres de Tonino Delli Colli que dimensionan el tono austero del relato entre claroscuros. La banda sonora de James Horner es, de igual modo, integrada con cierta consistencia en algunas escenas. Pero, desafortunadamente, ninguno de estos elementos impide que su película termine como un sermón en la misa del domingo en la mañana. Cuando suben los créditos, no aprendo nada relevante fuera de las obviedades.
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Título original: The Name of the Rose
Duración: 2 hr. 10 min.
País: Alemania del Oeste
Director: Jean-Jacques Annaud
Guion: Andrew Birkin, Gérard Brach, Howard Franklin, Alain Godard
Fotografía: Tonino Delli Colli
Reparto: Sean Connery, Christian Slater, F. Murray Abraham, Michael Lonsdale, Valentina Vargas, Ron Perlman
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