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Yu Yu Hakusho: Batalla mortal en el más allá
Sinopsis: Yakumo, el rey del infierno, ordena el diluvio en el Mundo Espiritual y planea apoderarse del mundo humano. Para ello necesita el poder de una gema diabólica que se mantiene oculta por disposición de Botan. Si se apodera de ella, la energía latente en su interior será suficiente para hacer desaparecer definitivamente el mundo espiritual.


Ficha técnica
Título original: Yu Yu Hakusho: Poltergeist Report (Yu yu hakusho: meikai shito hen - hono no kizuna)
Año: 1994
Duración: 1 hr 31 min
País: Japón
Director: Masakatsu Iijima
Guion: Yukiyoshi Ôhashi, Sukehiro Tomita, Hiroshi Hashimoto.
Música: Yusuke Honma
Fotografía: Animación 
Reparto:  Nozomu Sasaki, Shigeru Chiba, Sanae Miyuki, Mayumi Tanaka, Megumi Ogata, Nobuyuki Hiyama
Calificación: 7/10
Klaus
En Klaus, ópera prima del director español Sergio Pablos, recupero un poco la fe pérdida hace ya muchos años sobre la fábula navideña de Santa Claus. No se trata, en mi opinión, de una película fuera de serie o de algo que no haya visto antes, pero posee una animación espléndida que sirve de fondo para reescribir el mito de Santa Claus con unos personajes agradables que alcanzan su mayor punto emotivo en su retrato navideño sobre la bondad y el valor de los actos desinteresados, donde en todo momento me mantengo atento a lo que sucede como un niño que espera los juguetes frente a la chimenea antes de la medianoche. La trama se sitúa en el siglo XIX y trata sobre Jesper, un cartero holgazán y algo egoísta de la academia postal que es obligado por su padre a viajar en contra de su voluntad a un pueblo remoto ubicado en una isla del círculo polar, con la misión de entregar 6000 cartas en un año para impedir que lo deshereden, pero cuyo grado de dificultad se incrementa al darse cuenta de que los habitantes no intercambian correspondencia porque, entre otras cosas, se encuentran divididos en dos clanes que sostienen un conflicto desde tiempos inmemoriales ocasionado por el el odio y el resentimiento. En general, las experiencias de Jesper me resultan contagiosas a partir del instante en que conoce a Klaus; un carpintero ermitaño, corpulento, reservado, con la barba blanca y un aspecto misterioso, que reside en una cabaña repleta de juguetes situada en los bosques más alejados de la montaña de la isla Smeerensburg y con el que, aparentemente, descubre la fuerza de la generosidad cuando decide llevar las correspondencias de los niños tristes que recuperan la felicidad al recibir los juguetes que él mismo fabrica. El tono de humor y las situaciones divertidas mantienen cierto nivel de consistencia con el buen trabajo de doblaje, en una narrativa en la que Pablos se olvida de la magia y de los renos voladores para reinventar la leyenda de Papá Noel con un trato aterrizado que dota de realismo (dentro de los marcos limítrofes de su fantasía) los elementos tradicionales que la componen, especialmente la manera en que el personaje responde al llamado del deber para sanar las heridas del pasado y redescubrirse a sí mismo con una buena causa moral detrás de su motivación: el altruismo de obsequiar los juguetes para que los niños inocentes [que tanto deseaba tener con su difunta esposa] sean felices una vez más. Lo consigue, en la superficie, bajo unos escenarios que en un principio contrastan el espíritu jovial de la navidad a través paisajes atmosféricos y espacios lúgubres de tinta gótica, además de ilustrar el cuento con una animación tradicional que añade iluminación volumétrica a las texturas de esos personajes que parecen renderizados con los rasgos típicos de la cultura escandinava. A pesar de algunas escenas predecibles y los villanos estereotipados, el viaje navideño nunca abandona la chispa de la diversión y su clímax, en el que el anciano regresa a la eternidad como hojas en el viento, es una cosa muy poética que me saca unas cuantas lágrimas con su música empática y que, a decir verdad, no olvidaré durante mucho tiempo.

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Ficha técnica
Título original: Klaus
Año: 2019
Duración: 1 hr 36 min
País: España
Director: Sergio Pablos
Guion: Sergio Pablos, Zach Lewis, Jim Mahoney
Música: Alfonso G. Aguilar
Fotografía: Animación 
Reparto (voces): Jason Schwartzman, J. K. Simmons, Rashida Jones, Will Sasso
Calificación: 7/10
Pinocho
Pinocho, la nueva adaptación italiana de la clásica novela infantil de Carlo Collodi, no me parece exactamente una película que traiga una caja de sorpresas, pero su fábula, narrada con música agradable y maquillaje auténtico, posee sentimiento y me conmueve como un niño cuando elabora sus metáforas fantásticas sobre la paternidad y los claroscuros de la inocencia. Lo que me cautiva, supongo, es que Garrone, en su afán de acercarse a las raíces literarias del cuento, la despoja del patetismo innecesario y le añade un tono sombrío que a ratos alcanza cotas burtonianas, encontrando un extraño equilibrio entre el realismo y la fantasía grotesca de tinta barroca, donde los capítulos alegres del cuento de hadas campesino a veces suele evocar tragedias agridulces y oscuras sobre la niñez. Como bien se sabe, la historia se sitúa en el siglo XIX y relata la existencia de Pinocho, un muñeco de madera que ha sido creado con un tronco mágico en el taller del pobre carpintero Geppetto, con la finalidad de servirle como marioneta para realizar actos circenses que le permitan ganarse la vida; pero que milagrosamente se vuelve consciente y, en cambio, es tratado por este como si fuera el hijo que nunca tuvo, haciendo travesuras que lo colocan en el epicentro de los problemas en el pequeño pueblo. La aventura arranca con un ritmo ameno que mantiene la consistencia cuando el pequeñín de tabla se pierde en la compañía de un teatro ambulante de marionetas y es buscado por su padre, en una serie de circunstancias irónicas que le sirven de experiencia para conocer el dolor, la honestidad, el respeto y el valor de la amistad, mientras se relaciona además con personajes peculiares que amplían la moraleja; como el temible titiritero Mangiafuoco y su tropa de títeres parlantes; los embusteros Zorro y Gato que ocasionalmente lo engañan para robarle las monedas y aprovecharse de su ingenuidad; El Grillo Pepe que lo aconseja de los males; el juez gorila que solo enjuicia a los inocentes; la bondadosa Hada de cabello azul que le enseña a no decir mentiras para que no le crezca la nariz y le promete convertirlo en un niño de verdad si se porta bien y asiste a la escuela. En cada uno de los episodios, hay una ternura que celebra la candidez de la infancia, pero también parábolas lóbregas que a modo subterráneo interrogan cosas como la pobreza, la orfandad, la explotación y el maltrato infantil (nótese la secuencia de la Tierra de los Juguetes donde los niños se convierten en burros). Me parece genuina la actuación del chiquillo Federico Ielapi cuando ilustra la personalidad inocente y espontánea de Pinocho. También la de Roberto Benigni como el padre preocupado por la miseria y la desaparición de su hijo. En términos generales, Garrone los encuadra en una puesta en escena que preserva el lado fabulesco del material a través de una fantasía aterrizada que, usualmente, presenta animales antropomórficos con cierta naturalidad y sin abandonar la capa realista que consigue que se sientan orgánicos, prestando particular atención a los detalles de los decorados y el maquillaje prostético que transforma los cuerpos, y, además, aprovechando el leitmotiv melodioso Dario Marianelli para ampliar las sensibilidades por el terreno empático. Su versión no es la definitiva, pero, desde luego, me resulta creíble y verdaderamente emotiva cuando menos lo espero.

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Ficha técnica
Título original: Pinocchio
Año: 2019
Duración: 2 hr 04 min
País: Italia
Director: Matteo Garrone
Guion: Matteo Garrone, Massimo Ceccherini
Música: Dario Marianelli
Fotografía: Nicolai Brüel
Reparto: Federico Ielapi, Roberto Benigni, Gigi Proietti, Rocco Papaleo, Massimo Ceccherini, Marine Vacth,
Calificación: 7/10

Raya y el último dragón
No sé si pueda colocar a Raya y el último dragón en la cima de la pirámide de cintas animadas de Disney, pero es una película que funciona adecuadamente dentro de los estándares básicos que ellos ofrecen con cierta regularidad todos los años. La aventura de esta nueva princesa de Disney está contada con gracia, sencillez y una animación tan voluble como el agua que me hace pasar un rato bastante agradable y, de vez en cuando, también me pone cavilar con su moraleja sobre la esperanza, la confianza y el poder de los vínculos humanos. En términos estéticos, comparte ciertas similitudes con Mulán. Para empezar la protagonista es una joven asiática, y su aventura se ambienta en un mundo fantástico que comparte rasgos culturales muy particulares de la mitología del sudeste asiático. Su nombre es Raya, una princesa guerrera de la tierra de Kumandra que, tras la ruptura de los cinco reinos que componen el ecosistema que ella habita (Colmillo, Corazón, Columna, Garra y Cola), transita por los páramos en busca de un dragón legendario con el fin de recuperar la gema de este que tiene el poder de traer de vuelta a su padre y desterrar a unos espíritus malignos conocidos como Druuns que convierten en piedra a todas las personas que tocan en cada región, mientras es perseguida por la rival de un reino vecino que busca lo mismo y entabla unas cuantas amistades que la ayudan a superar unos cuantos obstáculos durante el viaje. Aunque la trama se estructura siguiendo las fórmulas habituales de Disney que a veces son algo previsibles, en el camino desecha algunas mañas innecesarias para fortalecer a su protagonista femenina. El personaje de Raya es presentado como una muchacha fuerte, intrépida y lo suficientemente independiente como para valerse por sí misma, aplicando siempre sus habilidades en artes marciales para combatir contra el enemigo y escapar de las situaciones más peligrosas al lado de unos secundarios peculiares, entre los que se halla la dragona amistosa y despistada llamada Sisu, el niño huérfano Boun que dirige un restaurante flotante, y una pequeña estafadora rodeada de monos que se llama Little Noi. Todos ellos son personajes que me entretienen cuando intentan cambiar el mundo deshecho. Se nota el compromiso detrás del doblaje en inglés del reparto encabezado por Kelly Marie Tran y Awkwafina, cuyas voces me resultan contagiosas describiendo las inquietudes de los personajes. La aventura avanza con un buen ritmo, una música melodiosa y bastante sensible de James Newton Howard; y, sobre todo, cuenta con un trabajo de animación que es muy sólido renderizando en 3D los escenarios, las secuencias de acción y la rica diversidad étnica con la que se diseña cada uno de los modelos de los estereotipos asiáticos. En muy pocas ocasiones me quedo petrificado con su fábula asiática. Su cuento de empoderamiento femenino me parece emotivo, bello y tan ágil como un ninja en acción.

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Ficha técnica
Título original: Raya and the Last Dragon
Año: 2021
Duración: 1 hr 47 min
País: Estados Unidos
Director: Don Hall, Carlos López Estrada, Paul Briggs, John Ripa
Guion: Qui Nguyen, Adele Lim
Música: James Newton Howard
Fotografía: Rob Dressel
Reparto: Kelly Marie Tran, Awkwafina, Izaac Wang, Gemma Chan
Calificación: 7/10

Cordero

Durante la hora y cuarenta que tarda su premisa fantástica de folk horror, Cordero es una película que encuentro interesante por la manera sobria y original en que ordena los elementos de su mundo minimalista. Se trata de la ópera prima del director islandés Valdimar Jóhannsson, estrenada el año pasado en la sección Un Certain Regard del Festival de Cine de Cannes. En su debut, Jóhannsson concibe un híbrido entre el drama fantástico y el terror sobrenatural de tinta folclórica que narra, a un ritmo contemplativo y de forma escalofriante, una parábola sobre el dolor, la pérdida y los sacrificios de la maternidad que alteran la propia naturaleza del núcleo familiar. Relata la historia de María e Ingvar, una pareja que parece haber escapado del aire contaminado de la civilización para instalarse en la granja de un valle remoto, donde habitualmente realizan tareas campesinas alimentando a las manadas de corderos y demás animales que albergan el lugar, mientras ocultan el fuerte sentimiento de infelicidad producido por el duelo de haber perdido a su hija Ada. Por un segundo llego a pensar que no va a pasar nada significativo, pero el detonante me abre los ojos cuando María e Ingvar crían a una oveja recién nacida que, a medida que crece, adquiere el aspecto de un corderito antropomórfico. La ovejita antropomórfica llena el vacío afectivo de los padres con una cuota efímera de felicidad, pero también simboliza el sufrimiento de los padres que se niegan a aceptar la desdicha provocada por la injusticia de la naturaleza (la infertilidad de María), por lo que en un intento desesperado toman de ella lo que no es suyo. El comentario no solo habla sobre el martirio moral en la paternidad, sino también de la relación del hombre con la naturaleza. El cordero, que sigue inocentemente a su pastor hasta el corredor de la muerte, encamina simbólicamente al hombre que altera el orden natural de las cosas a la desdicha que termina en tragedia. Con una notable economía de recursos estéticos, Jóhannsson describe la melancolía intrínseca y las ansiedades de la pareja que se transforman en obsesión paterna, como el sobreencuadre a contraluz que los oprime, las panorámicas atmosféricas de los paisajes montañosos atiborrados de neblinas invernales para comunicar el aislamiento, la música extradiegética que amplifica el volumen de tensión. Su cuidado compositivo es consistente con lo que narra. Y pocas veces pierde su horizonte expresivo al mostrar los horrores de la paternidad escandinava a plena luz del día.

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Ficha técnica
Título original: Lamb (Dýrið)
Año: 2021
Duración: 1 hr 46 min
País: Islandia
Director: Valdimar Jóhannsson
Guion: Sjón Sigurdsson, Valdimar Jóhannsson
Música: Þórarinn Guðnason
Fotografía: Eli Arenson
Reparto: Noomi Rapace, Hilmir Snær Guðnason, Björn Hlynur Haraldsson,
Calificación: 7/10

Encanto

No creo para nada que Encanto se encuentre en la cima de las películas de Disney, sobre todo porque a veces atraviesa los terrenos comunes de la fórmula preestablecida por el estudio que ya alcanza la cifra número sesenta, pero me parece una película animada encantadora que abraza, a ritmo de cantos y colores tropicales, una metáfora aleccionadora sobre la reconciliación, el empoderamiento femenino y los lazos de la familia latinoamericana que huye de las secuelas de la inmigración. Si bien, sigue esa tendencia de retratar los diversos estereotipos hispanos con cierta pretensión, la mezcla me resulta agradable por la manera en que se presentan las ocurrencias cotidianas de una familia tradicional colombiana desde la óptica de una muchacha peculiar. Cuenta la historia de Mirabel, una jovencita de pelo rizado y con anteojos que sufre en silencio por ser la única representante de su familia que no nació con poderes mágicos, pero que, a pesar de todo, siempre se muestra dispuesta a ayudar a las demás personas de Encanto, un pueblecito escondido entre montañas que oculta una fuente de magia secreta. Con un estilo visual bastante colorido y unos números musicales contagiosos, paso un rato agradable viendo a esa muchacha alegre intentando reconciliarse con la familia que la excluye por carecer de poderes, mientras discute con la abuela exigente atrapada por el pasado y se dispone a encontrar el origen de una profecía que anuncia el resquebrajamiento de los poderes mágicos de la familia. El ritmo de su fábula costumbrista es acogedor, narrado con una sencillez que equilibra los momentos más entretenidos con humor cálido, emotividad y sentido de maravilla. Y encuentro oportuno el comentario que señala la determinación de la adolescente para valerse por sí misma ante los duros episodios de la vida, así como la fortaleza de la solidaridad que impide que se agrieten las heridas familiares en los momentos difíciles, algo que comunica espléndidamente que el verdadero don radica en los lazos que unifican el núcleo de la familia. Destaco el diseño de los personajes animados de ojos saltones que homenajean a los estereotipos más latinoamericanos, las canciones compuestas por Lin-Manuel Miranda que son recitadas melodiosamente para desarrollar los conflictos internos de los personajes y el doblaje acertado de Stephanie Beatriz, John Leguizamo y María Cecilia Botero. En algunos instantes puede resultarme un poco obvia la aventura de la heroína sin poderes, pero es una película animada narrada con buenas intenciones y corazón de realismo mágico.

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Ficha técnica
Título original: Encanto
Año: 2021
Duración: 1 hr 42 min
País: Estados Unidos
Director: Jared Bush, Byron Howard, Charise Castro Smith
Guion: Jared Bush, Charise Castro Smith
Música: Germaine Franco
Fotografía: Alessandro Jacomini, Daniel Rice, Nathan Warner
Reparto (voces): Stephanie Beatriz, María Cecilia Botero, John Leguizamo,
Calificación: 7/10

After Life

El concepto metafísico de After Life me parece uno de los más insólitos de la filmografía de Koreeda. La propuesta de Koreeda, con base testimonial y estética de documental, examina de una manera emotiva la naturaleza ambigua de los recuerdos humanos que, como el mismo cine, forman un híbrido entre la verdad y la ficción que permanece impreso en los mares de una irrealidad que es eterna. Su tono onírico y poético, con un ritmo bastante parsimonioso, también celebra el acto de creación cinematográfica. Su estructura heterodoxa, escrita por un guion de Koreeda, se ambienta en casi en la totalidad en los interiores de un edificio que funciona como el ministerio de migración de la vida después de la muerte, donde todos los lunes un grupo de funcionarios públicos reciben a las personas registradas de distintas edades que han fallecido recientemente y tienen la difícil tarea de pedirles que reexaminen cuidadosamente los momentos de su vida para que elijan un solo recuerdo con el fin de preservarlo por siempre en el más allá, aunque solo disponen de una semana para identificar ese recuerdo preciado que los hizo feliz y entregárselo a los empleados para que lo recreen a través de una filmación. A través de dispositivos estilísticos como el plano-contraplano, el fuera de campo, el plano medio y el relato no iconógeno, la puesta en escena de Koreeda dota a la narración de una óptica de documental cuando las almas de los fallecidos ofrecen sus testimonios sobre la vida desdichada que los llevaron al deceso, en donde los diálogos reflejan tópicos como la infelicidad, la soledad, la inconformidad, el matrimonio disfuncional, el vacío afectivo, la esclavitud del salario, el amor perdido. Cada testimonio de los personajes del paraíso de concreto me cautiva y me sumerge en un estado de autorreflexión. Todo luce orgánico porque una parte de las entrevistas se realizaron partiendo de la improvisación de actores no profesionales que recordaban sus propias vidas. Y el engranaje episódico evita las convenciones porque siempre toca de una manera sobria temas que son tan universales como humanos. Aunque se encuentre algo lejos de lo mejor que el cine de Koreeda puede ofrecer, su fábula sobre la vida después de la muerte no deja de ser un trabajo conmovedor y bastante original, uno en el que los episodios agridulces de la existencia solo perduran mientras alguien los rememora a través del objetivo de la cámara.

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Ficha técnica
Título original: Wandafuru raifu
Año: 1998
Duración: 1 hr 59 min
País: Japón
Director: Hirokazu Koreeda
Guion: Hirokazu Koreeda
Música: Yasuhiro Kasamatsu
Fotografía: Yukuru Sato
Reparto: Arata Iura, Erika Oda, Susumu Terajima, Takashi Naitô,
Calificación: 7/10
Demon Slayer: el tren infinito
Desconozco si Demon Slayer: El tren infinito es de las mejores cosas que le pudo pasar al fatídico 2020, esa tarea me temo que corresponde a los estadistas de la taquilla, pero como seguidor de la serie, considero que es una película de anime bastante entretenida que, en cierta medida, me impresiona durante dos horas con su estilizado trabajo de animación y un argumento de fantasía oscura sobre los sueños y la familia. Es una secuela directa del anime de 26 capítulos basado en el manga popular de Koyoharu Gotōge, estrenado en 2019. La dirige Haruo Sotozaki, director de la predecesora y cuya filmografía desconozco, pero a juzgar por lo que veo hay que echarle un ojo. Su trama sigue a Tanjiro, su hermana Nezuko, Inosuke y Zenitsu mientras acompañan a Kyōjurō Rengoku, uno de los pilares de los cazadores de demonios, para investigar las desapariciones de personas que ocurren a bordo de un tren a lo largo de la medianoche. Se presenta con un tono atmosférico y muy onírico, desarrollando el argumento en los interiores de ese tren que corre a toda marcha hacia lo desconocido. Hay giros inesperados que remontan a películas anime de temáticas similares como Paprika (Kon, 2006.) una vez que los protagonistas caen dormidos por culpa de un villano retorcido y comparten los sueños y los secretos más íntimos que se gestan en el núcleo del inconsciente, pero ilustrados, deliberadamente, con los mecanismos habituales del nekketsu y de la fantasía oscura que, a veces, hace que la aventura nunca pierda el ritmo cuando superan los obstáculos con el filo de la katana, las técnicas elementales y el trabajo en equipo. Las dos horas pasan volando. Y las secuencias de acción están ejecutadas con mucha solvencia bajo la animación deslumbrante característica de Ufotable, cuyo estilo visual emplea una mezcla de 2D con el 3D para trazar el diseño colorido y los movimientos de los personajes, así como también los escenarios fantásticos que atraviesan ellos en los instantes de pesadilla, en las entrañas de un tren infernal que a ratos me abre las retinas. Quizá se vuelve un poco previsible en algunos pasajes y el clímax se extiende un poco más allá de lo necesario, pero su humor y su simplicidad nunca pierden la fuerza emocional, sobre todo cuando Tanjiro y sus amigos, en medio de la adversidad, maduran y se sacrifican para proteger a sus seres queridos.

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Ficha técnica
Título original: Demon Slayer Kimetsu no Yaiba - The Mugen Train (Kimetsu no Yaiba Movie Mugen Ressha-hen)
Año: 2020
Duración: 1 hr 56 min
País: Japón
Director: Haruo Sotozaki
Guion: Koyoharu Gotōge
Música: Yuki Kajiura, Go Shiina
Fotografía: Yuichi Terao
Reparto (voces):  Natsuki Hanae, Yoshitsugu Matsuoka, Hiro Shimono
Calificación: 7/10
Wolfwalkers: Espíritu del lobo
Aunque no tenía muchas expectativas, reconozco que me llevo una sorpresa agradable al ver Wolfwalkers: Espíritu del lobo, una película animada de fantasía y aventura que, de una manera espléndida y alegórica, ilustra tópicos muy actuales sobre la independencia femenina y el valor de los vínculos familiares, dibujada con una historia entretenida y personajes entrañables que me hacen pasar un rato agradable con sus ocurrencias. Se trata de la tercera y última entrega de la 'trilogía del folclore irlandés' iniciada por el cineasta e ilustrador irlandés Tomm Moore, luego de El secreto de Kells y La canción del mar. La codirige también el debutante Ross Stewart. Se ambienta en Irlanda en 1650 y me relata un fragmento de la existencia de Robyn Goodfellowe, una joven inglesa que viaja hasta un pueblo remoto al lado de su padre para cazar, por orden de un señor feudal megalómano, una manada de lobeznos que atemoriza la villa. La trama la presenta como una niña que descubre la fuerza de la amistad y la naturaleza mitológica que rodea a la aldea al rescatar y hacerse amiga de Mebh, una niña salvaje y de espíritu libre que pertenece a los "Wolfwalkers", una tribu de gente que vive en el bosque y puede transformarse en lobo una vez que se duerme. Como protagonista es una heroína idealista y muy amistosa que cuestiona el orden patriarcal ortodoxo y anhela liberarse de los roles establecidos en la comunidad para las mujeres. En la travesía encuentro sorpresas, situaciones divertidas y personajes secundarios ingeniosos. El estilo visual es colorido y tiene una predisposición hacia el paisaje fabulesco en cada escenario, empleando mucho el color rojo para resaltar la ira de los villanos y el color amarillo para simbolizar el optimismo que une a las protagonistas. También es muy eficaz el uso del plano subjetivo para enunciar el estado de despersonalización de la protagonista una vez que su alma sale del cuerpo y adquiere la forma de un lobo. La música empática conquista mis odios, particularmente con la melodiosa canción 'Running With The Wolves', de Aurora. El concepto me parece original. Y el trabajo de doblaje de Honor Kneafsey, Eva Whittaker y Sean Bean desprende autenticidad. No sé si el dibujo sea completamente de mi agrado, a veces luce muy cubista con ese estilo tradicional de Cartoon Saloon, pero no deja de parecerme una película fantástica. Su gracia me contagia durante una hora y media de magia y folclore medieval.

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Ficha técnica
Título original: WolfWalkers
Año: 2020
País: Irlanda
Director: Tomm Moore, Ross Stewart
Guion: Will Collins
Música: Bruno Coulais, Kíla 
Fotografía: 
Reparto (voces): Honor Kneafsey, Eva Whittaker, Sean Bean
Calificación: 7/10

Ponyo y el secreto de la sirenita
Ponyo y el secreto de la sirenita es una película animada de Haya Miyazaki que me saca una sonrisa y me hace pasar un rato muy placentero con una fantasía infantil que es tan voluble como la forma del agua. Se trata de la octava película animada de Miyazaki con el estudio Ghibli. A juzgar por lo que veo, me da la impresión de que Miyazaki, quien escribe el guión, actualiza el cuento de hadas 'La sirenita', de Hans Christian Andersen. Me cuenta la historia de Sosuke, un niño de cinco años que vive con su madre, Lisa, en un pueblo pesquero. La mayor parte del argumento se centra en el vínculo desarrollado entre Sosuke y Brunilda, una sirenita a la que llama Ponyo, descubierta en un frasco de vidrio a orillas de una playa luego de que esta intentara escapar de las garras de Fujimoto, un hechicero y científico que alguna vez fue humano y que vive en bajo la superficie marina en su laboratorio. Sosuke es un niño curioso y reservado; Ponyo es, en cambio, alegre e ingenua. Y me agrada ver a esos personajes comprender el valor de la amistad frente a la tempestad que amenaza con separarlos, huyendo del mago que desea recuperar a Ponyo, siendo testigos de los poderes mágicos que despierta Ponyo a medida que interactúa con humanos y aprende a comportarse como una niña genuina. Tiene sorpresas, lirismo, olas parlantes, animada con un estilo visual muy hermoso que reanima mi fe por la animación clásica y unas secuencias maravillosas, como la persecución en la que Ponyo corre encima de un tsunami de peces para reencontrarse con el compañero que huye con su madre por la autopista mojada. Los personajes le permiten a Miyazaki esbozar temas como el amor, la amistad y el significado de la inocencia, pero de manera subterránea subraya también sus preocupaciones naturalistas sobre el cuidado del medioambiente y la protección de los océanos, comunicando sutilmente que nuestra enemistad con la madre naturaleza puede tener sus consecuencias. La simbólica unión entre Sosuke y Ponyo acentúa el optimismo. La música de Joe Hisaishi, fuertemente influenciada por Wagner, alegra mis oídos mientras mis ojos disfrutan de los bellos paisajes dibujados a mano con lápices de colores. El ritmo corre tan rápido como una ola. Es una emotiva película animada de Miyazaki, una que ilustra con sutileza el universo de la niñez.

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Ficha técnica 
Título original: Ponyo (Gake no ue no Ponyo)
Año: 2008
Duración:  1 hr 42 min
País: Japón
Director: Hayao Miyazaki
Guion: Hayao Miyazaki
Música: Joe Hisaishi
Fotografía: Animación, Atsushi Okui
Reparto (voces): Tomoko Yamaguchi, Kazushige Nagashima, Yūki Amami,
Calificación: 7/10
La edad de oro

En muchas ocasiones, a lo largo de mi trayectoria cinéfila, desaproveché la oportunidad de ver La edad de oro, de Luis Buñuel, pero recientemente he tenido la dicha de saldar la deuda al tener en mis manos una copia en excelentes condiciones de la edición restaurada. Es la segunda película y el primer largometraje de Buñuel como director, así como la tercera película sonora en la historia del cine francés. Como película experimental de corte surrealista me ha encantado, aunque no necesariamente concuerdo en que se trate de una obra maestra. Cuentan que Buñuel, que al momento de terminarla formaba parte ya del movimiento surrealista de París, recibió duras críticas de diversos sectores conservadores, hasta el punto en que los productores se vieron obligados a retirar la distribución. Estuvo prohibida durante casi 50 años porque el material que presenta, para la época, era moralmente inconcebible. Y entiendo por qué. Escrita con un guión de Buñuel y Salvador Dalí, utiliza una historia de amor entre un hombre y una mujer que no se pueden unir para ilustrar, mediante un collage de episodios surrealistas muy satíricos, una crítica demoledora a la vacuidad de la burguesía, la putrefacción institucional de los sistemas religiosos católicos y las periferias de las normas sociales establecidas, en una sociedad decadente que, aparentemente, se refugia en la locura para escapar de las trampas de la vida moderna. Todo luce absurdo, onírico, eminentemente poético y surrealista, construido con un ritmo muy placentero que se preserva durante una hora mágica. Hay secuencias que me hacen reír y también me colocan en un estado meditabundo con las viñetas surrealistas que esconden diversas capas de significados, como la del documental de los escorpiones que anuncia la ruptura amorosa de la pareja, los maltratados bandidos que tropiezan con la miseria, los obispos que mueren cantando el Dies Irae hasta convertirse en esqueletos, los amantes que hacen el amor tirados en el fango frente a una muchedumbre burguesa que hipócritamente reprocha la sexualidad, las fantasías sexuales del hombre capturado por las autoridades que sueña con masturbar a su novia tras ver el cartel de unas piernas femeninas en forma de vagina, una vaca lechera acostada en una cama, la fiesta en la mansión de unos aristócratas abúlicos con moscas en el rostro, unos campesinos montados en una carreta que pasan por la sala bebiendo vino, un niño pequeño asesinado a quemarropa por un guardabosques, los cónyuges que reaniman su pasión frente a estatuas de mármol en medio de un alboroto que amenaza con separarlos a cambio de felaciones, adulterio, sangre, vejez y vesania. Se trata de la simple historia de dos amantes que se rebelan ante la imposibilidad de amarse por una sociedad que cercena sus conductas morales. Las actuaciones de Gaston Modot y Lya Lys me parecen muy atrayentes cuando recurren a su gestualidad y al histrionismo para comunicar la frustración, los deseos y los estímulos repulsivos producidos por la represión moral y social. Son encuadrados por una estética en la que Buñuel emplea, ocasionalmente, la atemporalidad espacial del relato con falsos raccords, la elipsis para sustituir los sentimientos sexuales reprimidos que se manifiestan como violencia, la sobreimpresión que asocia la necesidad de amar con la defecación, el sobreencuadre que señala la imposibilidad de libertad, los intertítulos mudos que describen fuera de campo las acciones más depravadas, los grandes planos generales que encuadran las multitudes, la voz en off que evoca los pensamientos ocultos de los amantes; el sonido diegético que sintetiza los ruidos y los diálogos. Tiene asimismo una banda sonora muy melodiosa de Armand Bernard. Pocas cosas se salen de lugar. Me parece una película formalista, de vanguardia, con una plasticidad rigurosa, una obra muy provocativa de ese eterno director de Un perro andaluz.


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Ficha técnica 
Título original: The Golden Age (L'Âge d'or)
Año: 1930
Duración:  1 hr 02 min
País: Francia
Director: Luis Buñuel
Guion: Luis Buñuel, Salvador Dalí
Música: Georges Van Parys
Fotografía: Albert Duverger
Reparto: Gaston Modot, Lya Lys, Max Ernst, Pierre Prévert
Calificación: 8/10

El mago
Sinopsis: Con un atuendo tradicional de "hechicero", el mago de la ilusión y de los saltos por cortes (jump cuts), Georges Méliès, dice las palabras mágicas y evoca maravillas partiendo de una simple caja de madera.

Ficha técnica 
Título original: The Magician (Le magicien)
Año: 1898
Duración:  01 min
País: Francia
Director: Georges Méliès
Guion: Georges Méliès
Música: muda
Fotografía: Georges Méliès
Reparto: Georges Méliès
Calificación: 8/10










Agua tibia bajo un puente rojo

Agua tibia bajo un puente rojo, la última película del director japonés Shohei Imamura, tiene una historia extrañísima y retorcida que me cautiva desde el primer fotograma. La protagoniza el usual colaborador de Imamura, Kôji Yakusho. En la trama, Kôji interpreta a Yosuke Sasano, un asalariado que es despedido de su trabajo en una empresa de arquitectura en Tokio y está atravesando una etapa difícil en su matrimonio. Un día, su vida cambia por completo cuando un viejo amigo le propone viajar al pequeño pueblo pesquero de Himi, Toyama, con el fin de que pueda encontrar un tesoro escondido en una casa. El desesperanzado Yosuke no encuentra el tesoro en el interior de la casa, pero se involucra sentimentalmente con Saeko Aizawa, una mujer cleptómana que tiene una exagerada propensión a la eyaculación femenina; además de aceptar un empleo con los pescadores locales. La trama, cargada de erotismo, romance y humor negro, consigue conquistar mis sentidos con la cotidianidad de Yosuke y los peculiares pueblerinos. Con ellos, Imamura elabora un comentario muy escueto sobre la soledad, la sexualidad, la fertilidad y la búsqueda de la felicidad, reflejado por el dolor intrínseco que comparten los protagonistas cuando recurren al deseo para escapar de la miseria existencial. La puesta de escena los encuadra casi siempre con un tratamiento estético que describe sus sensaciones en casi todos los planos, destacándose mayormente el color rojo, el simbolismo del agua, el melodioso leitmotiv de Shinichirô Ikebe y el audaz manejo de la elipsis. La humedad es tratada como componente poético. La actuación de Kôji me resulta muy creíble al transmitir las dudas de ese hombre infeliz que anhela recuperar la vida que perdió. También la de Misa Shimizu como la extraña ninfómana con los orgasmos húmedos. Aunque comparte ciertas similitudes con La anguila, no deja de parecerme muy insólito todo lo que veo. Es un drama de Imamura tan cálido como el agua de una fuente termal.


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Ficha técnica 
Título original: Warm Water Under a Red Bridge (Akai hashi no shita no nurui mizu)
Año: 2001
Duración:  1 hr 59 min
País: Japón 
Director: Shôhei Imamura
Guion: Shôhei Imamura, Motofumi Tomikawa, Daisuke Tengan, Yo Henmi
Música: Shinichirô Ikebe
Fotografía: Shigeru Komatsubara
Reparto: Kôji Yakusho, Misa Shimizu, Mitsuko Baisho, Mansaku Fuwa,
Calificación: 7/10

La película más reciente en el catálogo de Hulu, Palm Springs, es una comedia romántica muy divertida que añade algo de frescura a la fantasía de los bucles temporales.



Palm Springs

No sé cómo es que funciona el cerebro humano, pero en algunas ocasiones me veo atraído por la idea abstracta de que todos los días son iguales, una especie de repetición que constantemente varía por las acciones mundanas en la vida cotidiana. Las causas producen los efectos. Si no nos moviésemos ni actuáramos ante ninguna situación, todo fuese estático y el día se transformaría por defecto en un círculo vicioso tan vacío como anodino, convirtiendo la existencia en un capítulo desestimable. En el cine lo he visionado en muchas ficciones que se acercan al concepto con mecanismos narrativos relacionados a la lógica temporal. Le dicen bucles en el tiempo. Una película muy ingeniosa alberga esa concepción y es una de mis comedias favoritas protagonizadas por Bill Murray y dirigida por Harold Ramis. Se trata de El día de la marmota, en la que un reportero del tiempo de una cadena de televisión, luego de una tormenta, se queda viviendo el mismo día festivo una y otra vez en una pequeña localidad hasta el punto en que ya no le importa nada. Nunca había visto nada semejante.

No esperaba que el tropo funcionara en esta época, sobre todo luego de ser explotado en películas como Código fuente y Al filo del mañana, pero buscando en los catálogos en línea de la actualidad me llevo una agradable sorpresa viendo Palm Springs, una comedia romántica que recoge la paradoja de los bucles temporales con ingenio, gracia y una diversión que nunca pierde el efecto con la pareja atrapada en el eterno retorno del amor. El estilo visual es tan colorido que parece sacado de un lienzo de Hockney. Tengo entendido que la película es el debut como director de Max Barbakow y, a la fecha, es uno de los estrenos más vistos en la plataforma de Hulu. Aunque emplea las convenciones usuales del romance y la fantasía, me resulta novedosa por las circunstancias inesperadas a la que se exponen los protagonistas al no poder escapar de un día que se repite indefinidamente durante una hora y media. 



Palm Springs
Andy Samberg como Nyles. Imagen cortesía de Hulu.


La historia comienza cuando el protagonista, Nyles (Andy Samberg), se despierta junto a su novia Misty (Meredith Hagner) del día de la boda de Tala (Camila Mendes) y Abe (Tyler Hoechlin) en una lujosa mansión en las afueras de Palm Springs, California. Nyles es un tipo despreocupado, sarcástico y algo rebelde que se toma las cosas a la ligera y responde a todo el mundo con cierto cinismo, como si conociera la personalidad de todos los invitados. Durante el día se la pasa disfrutando en las aguas de una cristalina piscina. En la recepción, agarra el micrófono apresuradamente para pronunciar un discurso en nombre de Sarah (Cristin Milioti), la dama de honor y hermana de Tala que no puede hablar por estar borracha. Ella es el interés amoroso de Nyles, pero también es una mujer fuerte, independiente y con la mente muy abierta.  

Durante la noche, Nyles y Sarah conversan bajo la luz de la luna, y en un momento determinado los avances terminan casi en relaciones sexuales encima de una roca.  Justo en ese instante, Nyles recibe un disparo en el hombro con una flecha de un hombre misterioso vestido de militar llamado Roy (J. K. Simmons), el cual tiene la intención de matarlo. Roy desaparece en medio de una cueva que emite una luz extraña. Y el herido Nyles se arrastra hacia la entrada, advirtiendo a Sarah que no lo siga por ninguna razón. Sarah entra y es absorbida por el portal. Luego de un fundido a negro, ambos se despiertan, de nuevo, el día 9 de noviembre. 



Palm Springs
Andy Samberg y Cristin Milioti. Imagen de Hulu.


A partir de esa escena, el arranque de la película se transforma en una catarsis muy sorpresiva con esos personajes que, aparentemente, se hallan aprisionados en un ciclo espaciotemporal y están condenados a perpetuidad a repetir una y otra vez el mismo día sin posibilidad alguna de que se termine ni siquiera con la muerte. El manejo de la elipsis los coloca en situaciones esperpénticas que nunca abandonan el sentido de ironía y regodeo. 

En un principio, la narración asume el punto de vista de Nyles para mostrar, supongo, sus experiencias retornando al mismo lugar en el que se desarrolla la acción, ocultando debajo de la frívola expresión y la playera hawaiana la soledad y el terrible agotamiento existencial producido por la monotonía de retornar al redondel de la insignificancia. Al estar atrapado durante tanto tiempo (posiblemente años), Nyles ha perdido lentamente su sensibilidad, dejando que el nihilismo se apodere de sus pensamientos, rechazando la moralidad, viendo la vida como un episodio insignificante. Por otro lado, la narrativa se enriquece al mostrar también la perspectiva de Sarah, la cual se muestra preocupada porque no puede salir de los límites de ese día, intentando corregir su desesperación poniendo en práctica el suicidio o un accidente automovilístico. Al rendirse, ella también goza de la posibilidad de ser feliz eternamente estando sujeta a los placeres mundanos, y de alguna manera sirve de resorte moral ante los excesos de Nyles.  


Palm Springs
Peter Gallagher y Jacqueline Obradors. Imagen de Hulu.


Estos personajes, interpretados maravillosamente por Samberg y Milioti, me parecen muy contagiosos y logran cautivarme con la química que desarrollan en cada escena con las disputas de pareja, los días de relajación en la piscina de la casa, las noches de locura en que salen de fiesta para drogarse y emborracharse y causar un alboroto en las nupcias, la cacería desatada por Roy para tratar de vengarse de Nyles por haberlo atrapado en la burbuja estacional que le impide regresar con su familia, la culpa generada por los encuentros casuales y los errores del pasado, los constantes suicidios como vía de escapada para reiniciar el día, la noche apasionada en la que hacen el amor para encender la mecha de la atracción y el enamoramiento. 

El tono ligero y jovial de sus acciones se transforma radicalmente en desesperanza y desilusión, una seriedad que los responsabiliza de sus actos cuando aparece la ruptura amorosa causada por el hecho de que Nyles, además de confesar que ama a Sarah, desea vivir por siempre en esa realidad reiterativa y Sarah, por el contrario, decide por su propia iniciativa ausentarse para estudiar una forma de huir de la maldición del tiempo, cosa que descubre al darse cuenta que la solución del fenómeno se fundamenta en el estudio de la física cuántica, poniéndolo a prueba llevando a una cabra con explosivos a los interiores de la caverna. Sarah en el fondo no solo lo hace para fugarse, sino, también, para sanar el corazón alexitímico de Nyles. Al final, un día 10 de noviembre, ambos escapan de la frustración y aprenden el verdadero significado del amor y de la comprensión mutua. 



Meredith Hagner y Andy Samberg. Foto de Hulu.


Con esa retorcida historia de amor al servicio de lo absurdo, Barbakow me impresiona cuando añade capas de lecturas debajo de la comedia y el romance para comunicar una elegante parábola sobre la unión amorosa y las etapas que atraviesan en el tiempo para mantener la convivencia y preservar la tolerancia y el afecto mutuo. Asimismo aborda sutilmente la filosofía del eterno retorno sin caer en la trivialidad, señalando los acontecimientos circulares y las eventualidades ilimitadas que estructuran el relato para acentuar las contrariedades, los sacrificios y los temores que modifican los hábitos cotidianos de la pareja, comunicando, dicho sea de paso, la imposibilidad de que todo las disparidades que ocurren durante la relación es un producto de la naturaleza volátil de los sentimientos. La gente se cansa de lo mismo y se adapta al cambio para seguir amando el camino finito de la vida.



Cristin Milioti y Andy Samberg. Fotograma de Hulu.


No sé lo que estaba pensando Barbakow y su guionista Andy Siara para tomar la premisa de los ciclos cronológicos que tanto se ha utilizado sin hundirse en el vórtice de la reincidencia innecesaria. Pero lo que conciben le que cae como anillo al dedo. Palm Springs es una comedia romántica que revitaliza el género agregando originalidad con una trama contagiosa, un humor inteligente y personajes alocados que en ninguna escena dejan de hacerme reír ni de pensar en el ensortijado orbe que habitan. El ritmo no disminuye jamás. Cuando termina, abro los ojos y siento que me despierto en la mañana con una sonrisa en la cara, sabiendo que la experiencia ha valido la pena.   

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Ficha técnica
Título original: Palm Springs
Año: 2020
Duración: 1 hr 30 min
País: Estados Unidos
Director: Max Barbakow
Guion: Andy Siara
Música: Matthew Compton
Fotografía: Quyen Tran
Montaje:  Andrew Dickler, Matt Friedman
Reparto: Andy Samberg, Cristin Milioti, J.K. Simmons, Meredith Hagner
Calificación: 7/10

Tráiler de la película




Sinopsis: Anna, Elsa, Kristoff, Olaf y Sven abandonan Arendelle para viajar a un antiguo bosque de una tierra encantada con destino al otoño. Se proponen encontrar el origen de los poderes de Elsa para salvar su reino.

Ficha técnica
Título original: Frozen II
Año: 2019
Duración: 1 hr 43 min
País: Estados Unidos
Director: Chris Buck, Jennifer Lee
Guion: Jennifer Lee
Música: Christophe Beck, Frode Fjellheim
FotografíaTracy Scott Beattie, Mohit Kallianpur
Reparto (voces):  Kristen Bell, Idina Menzel, Josh Gad, Jonathan Groff
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Para olvidarme un poco de mi monótona existencia vi Frozen 2, una secuela animada bella y muy entretenida que me hace pasar un rato agradable durante una hora y media mágica. Al igual que con la antecesora, disfruto bastante lo que veo cuando detrás de la fantasía ampulosa se componen metáforas que hablan sobre la inseguridad, la hermandad y el empoderamiento femenino. La fábula se sitúa tres años después de los eventos de la predecesora, donde Anna, Elsa, Kristoff, Olaf y Sven viven en medio de una cotidianidad feliz y llena de paz en el reino de Arendelle. Pero la felicidad se tiñe de problemas cuando Elsa se ve perturbada por el canto de una sirena que viene desde una tierra lejana y está encadenada con su pasado. Así que para solventar el misterio las heroínas se disponen abandonar el pueblo para viajar a un antiguo bosque encantado donde se hallan todas las respuestas sobre los orígenes de los poderes de la princesa helada. Cuando emprenden el viaje me siento como un niño enganchado una vez más por la fórmula de Disney, viéndolos atravesar el peligroso bosque y topándose con personajes secundarios muy peculiares que amplifican el tono jovial y sorpresivo de la aventura. En lo visual, la animación me parece magnífica creando ese mundo mágico tridimensional, junto con los diseños de los personajes. Y en lo sonoro me dejo contagiar por actos musicales que, a pesar de extenderse innecesariamente, consiguen canciones inolvidables como "All Is Found", "Show Yourself" e "Into the Unknown". Esos elementos magnifican la narrativa añadiendo textura a los conflictos de las protagonistas cuando se enfrentan a los temores intrínsecos y externos que les impide reconocer el poder del amor y la reconciliación. Aunque el ritmo decae un poco, no dejo de quedarme cautivado por la nueva odisea de Elsa. Es una película animada muy divertida. 

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Sinopsis: Un hombre entrena peces para saltar de su sombrero lleno de agua a un acuario, luego saca conejos. El acuario finalmente crece, para dejar aparecer en el fondo una sirena, que termina levitando. La sirena se convierte en una mujer normal, el hombre saca una cama adornada y luego se transforma en Neptuno, sentada en un trono.

Ficha técnica
Título original: The Mermaid (La sirène)
Año: 1904
Duración: 4 min 00 seg.
País: Francia
Director: Georges Méliès
Guion: Georges Méliès
Música: Muda
Fotografía: Georges Méliès (B&W)
Reparto: Georges Méliès
Calificación: 8/10

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Sinopsis: Un científico coloca su propia cabeza viva encima de una mesa, y a continuación empieza a inflarla hasta que va aumentando de tamaño. El científico decide informar a su ayudante del descubrimiento y éste también quiere hinchar la cabeza, pero la llena demasiado y explota.

The India Rubber Head es una película de Georges Méliès la técnica de stop trick (truco de parar). Para crear la ilusión de una cabeza en expansión, Melies "amplió" su propia cabeza con una cámara y superpuso esto en la película. Recibió la idea de Albert A. Hopkins "Magic - Stage Illusions and Scientific Diversions".

Ficha técnica
Título original: The India Rubber Head (L'homme à la tête en caoutchouc)
Año: 1901
Duración: 3 min 00 seg.
País: Francia
Director: Georges Méliès
Guion: Georges Méliès
Música: Muda
Fotografía: Georges Méliès (B&W)
Reparto: Georges Méliès
Calificación: 8/10

Mira la película completa


Sinopsis: Una mano cortada se escapa de un laboratorio con un objetivo crucial: volver a encontrar su cuerpo. A medida que avanza por los escollos de París, recuerda su vida con el joven al que una vez estuvo apegado... hasta que conocieron a Gabrielle.

Ficha técnica
Título original: I Lost My Body (J'ai perdu mon corps)
Año: 2019
Duración: 1 hr 21 min
País: Francia
Director: Jérémy Clapin
Guion: Jérémy Clapin, Guillaume Laurant
Música: Dan Levy
Fotografía: Yves Bélanger
Reparto (voces): Hakim Faris, Victoire Du Bois, Patrick d'Assumçao
Calificación: 7/10

Crítica breve de la película


Me llevo una agradable sorpresa viendo a 'Perdí mi cuerpo', la película de animación francesa estrenada en la plataforma de Netflix. Es impredecible, simple y muy poética. Cuenta la insólita fábula de una mano amputada que, aparentemente, cobra vida en los interiores de un laboratorio porque anhela arrastrarse hasta volver a encontrarse con el cuerpo al que pertenece. La travesía de la mano es muy conmovedora cuando me pasea por las calles de París, presentando golpes de efecto minúsculos que la colocan frente a una paloma entrometida, los oscuros interiores de un zafacón, el hostil mundo de las ratas que habitan en las alcantarillas del metro, la orilla del río de la soledad, la casa de un hombre y su perro. Una acción paralela a la de la mano también describe la existencia vacía de Naoufel, un joven repartidor de pizza con un pasado trágico que se enamora de una muchacha llamada Gabrielle. El meticuloso montaje paralelo disecciona la simbiosis evidente que hay entre la mano y Naoufel, partiendo de la elipsis, de sutiles raccords, de escenas retrospectivas que construyen el rompecabezas y de una multitud de planos cargados de significados simbólicos (las moscas, el mapamundi, la lata, el ave muerta, el libro feminista, el iglú, la grúa, etc) para comunicar metáforas sobre el destino, la exclusión social, la falta de afecto, la culpa interminable y el sacrificio que es necesario para superar las heridas del pasado que obstaculizan cualquier intento de ajustarse a la cotidianidad y a las contrariedades de la adultez, esa necesidad de hallar las partes ausentes de la identidad. El estilo visual proyecta una animación preciosa que se presta a los detalles. También se destaca la música empática de Dan Levy y el inteligible uso del color. Puede que el relato de amor sea un poco trivial, pero no deja de ser profunda, triste y desgarradora con los personajes que presenta. Es una emotiva película del director debutante Jérémy Clapin. 

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En mi crítica de esta semana hago un análisis breve que incluye la explicación del final de 'El faro', la nueva película de Robert Eggers.




Mi experiencia con el cine del cineasta estadounidense Robert Eggers no comenzó tan bien que digamos. Su ópera prima, ‘La bruja’, me pareció infumable relatando la crónica horrífica de la familia en Nueva Inglaterra en el año 1630 que es despedazada por las fuerzas malignas de la brujería, la magia negra y la posesión, aparentemente desarrollado con el único propósito de transformarlo en una diatriba feminista. Era un film que para mi gusto resultaba convencional. Perdí la cuenta de las veces que bostezaba mientras la veía. Fue un naufragio seguro. Estando asaltado por la decepción, abandoné toda ilusión de seguir la supuesta trayectoria de este señor que ya está catalogado como el nuevo profeta del género de terror contemporáneo. Pero me sucedió algo muy extraño que me hizo recapacitar para darle una oportunidad. Me pasó al ver su segunda película como director, titulada El faro. La veo sintiéndome como un náufrago perdido en las aguas de un mar neblinoso, iluminado por un halo de luz muy brillante mientras me seducen los cantos de hermosas sirenas que llevan mi navío extraviado a tierra firme.

Desde la hipnótica apertura, El faro me mantiene pegado a mi asiento durante casi dos horas sin darle ningún tipo de tregua a las exigencias de mi vejiga urinaria. Es una película tensa, escueta y visualmente atmosférica que logra sorprenderme con la historia de los dos fareros confinados en el faro de un atolón distante que, paulatinamente, los condena a la cárcel de la locura. Aunque su impacto emocional no me parece tan fulminante, permanezco cautivado por su proeza estética que alinea diálogos cargados de retórica melvilliana, las múltiples referencias alegóricas de la mitología griega y de la pintura simbólica de Arnold Böcklin y Jean Delville, la meticulosa ambientación del período, la absorbente fotografía en blanco y negro de Jarin Blaschke que con una relación de aspecto cuadrada transmite en cada plano una claustrofobia irreversible en unos espacios muy reducidos, un ritmo muy fluido que cohesiona las escenas, los estruendosos bramidos de un faro que grita casi como un individuo perturbado. También dos actuaciones fabulosas de Willem Dafoe y de Robert Pattinson cuando interpretan a los dos guardianes del farol que reparten sus días entre la culpa, la demencia y los graves efectos del aislamiento prolongado.

Robert Pattinson y Willem Dafoe en un fotograma. Imagen cortesía de A24.

Escrita por un guion de Eggers y su hermano Max e inspirada parcialmente en una tragedia ocurrida en el siglo XIX, la película narra el argumento del veterano marinero Thomas Wake (Willem Dafoe) y de su ayudante Ephraim Winslow (Robert Pattinson) cuando navegan hacia una remota isla vapuleada por la cólera de los siete mares. El contracampo de un plano general anuncia la llega en el barco. Un plano medio corto los encuadra desenfocados frente a la lejana luminosidad del faro del arrecife al que se dirigen. En la pequeña costa el paisaje es atmosférico, lúgubre, brumoso, inundando por una calma que espera despertar a la tormenta. El cielo gris está abarrotado de unas gaviotas inquietas que se pasean por los techos de la estación. Wake y Winslow se alojan e inmediatamente se ponen a realizar las respectivas labores de mantenimiento del faro hermético durante cuatro semanas hasta que llegue el nuevo relevo. Uno es anciano; el otro es joven. Claramente se presenta la dicotomía. Winslow es el peón que debe obedecer las órdenes del estricto Wake, quien usualmente recurre a unos soliloquios de verborrea agresiva, casi shakesperiana, para reprochar las tareas mal realizadas.

Willem Dafoe y Robert Pattinson. Imagen de A24.

Como es de esperar, las pugnas internas ocasionadas por el control de la jerarquía y las consecuencias de la reclusión dilatada hacen que Wake y Winslow comiencen a delirar como un vendaval que arrasa con el litoral parsimonioso. A veces con breves intervalos de descanso.

Las escenas describen la cotidianidad de esos dos seres extraviados en el núcleo de las tinieblas, como las conversaciones en la mesa a la hora de cenar acompañados por monólogos inteligentes y por un fuerte alumbrado, las labores forzadas de Winslow cargando barriles de queroseno hasta la cumbre del faro y deshacerse de los orinales con las heces fecales de ambos, el onanismo desmesurado de Winslow ante la figura de una sirena para apaciguar los deseos sexuales reprimidos, la extraña sala de los faroles donde Winslow contempla cómo Wake se convierte en un monstruo con tentáculos, la intervención simbólica de una gaviota tuerta a la que Winslow mata a golpes contra la cisterna en un ataque rabia para supuestamente atraer la mala suerte. Ese detonante empeora las cosas cuando Winslow experimenta visiones y sueños relacionados a las extremidades de la bestia, los tocones de árboles flotando en el agua, un hombre muerto y la imagen erótica de una sirena (Valeriia Karaman).

Willem Dafoe y Robert Pattinson. Foto de A24. 

Con un tenebrismo fabulesco, la película edifica la conflagración entre el senil autoritario y el hombre atormentado para reflejar, en primera instancia, una parábola recóndita sobre la esclavitud de los individuos y la naturaleza corrosiva del poder, un aparente dialelo que corrompe el alma y se repite una y otra vez. Es la clásica tragedia de los oprimidos frente al opresor. Pero trasladada al terreno de la mitología griega y transformando a los personajes, metafóricamente, en “dioses” que simbolizan el eterno dilema. Wake puede ser visto como Proteo, el dios homérico que puede predecir el futuro y que altera su apariencia insistentemente para así evitar la obligación de profetizar a quien llegase atraparlo. En cambio, Winslow representa al humano esclavizado que cae en desgracia, una especie de Prometeo que anhela robar la llama de fuego (la luz del faro) que posee el dictatorial viejo del mar, Wake, en la cúspide del faro para iluminar la lobreguez que rodea su vida con la lente de Fresnel, cosa que consigue en el clímax al matar violentamente a Wake cuando este revela su “forma monstruosa”. Como dioses y hombres, están condenados a compartir el destino trágico que siempre se repite. Los significados alegan que son dos caras de la misma moneda.

Willem Dafoe. Imagen cortesía de A24.

La superficie pesadillesca del relato también desarrolla otra lectura que, a mi juicio, es muy interesante, por el hecho de que muestra un viaje desolado al corazón de la oscuridad humana al tratar textos como la ansiedad, la aprensión y la soledad, justificado por el paranoico Thomas Howard (el nombre verdadero de Winslow) cuando gradualmente pierde la cordura y exhibe un cuadro clínico adyacente a un trastorno de despersonalización, propiciado por el maltrato mental de trabajar para Wake y por el remordimiento que evoca a Ephraim Winslow, el antiguo capataz al que terminó ahogando para asumir su identidad.

Por esa razón Howard vive en un estado de alucinación perpetuo que lo mantiene anclado a alucinaciones sobre sirenas, gaviotas tuertas, cabezas cercenadas, cadáveres arrastrados por la orilla, y, posiblemente a una imagen mistificada del irascible Thomas Wake. Está acorralado en el laberinto psicológico de la enajenación. Se destruye a sí mismo paradójicamente por estar condenado a una forma de encadenamiento, cayendo lentamente por el abismo de la escalera de caracol, en el que se venga asumiendo la identidad del tiránico patriarca, a quien termina tratando como a un perro. Y, al igual que Prometeo, termina siendo castigado por las águilas transmutadas en gaviotas que devoran su hígado hasta el final de los días.

Robert Pattinson. Imagen de A24.

El lenguaje visual acrecienta esas lecturas cuando encuadra a los actores mayormente en planos generales, plano-contraplano, picados-contrapicados, travellings laterales y verticales, adornando los exteriores diurnos de una espesa niebla que subraya una humedad agobiante y los interiores de las escenas nocturnas por linternas colgadas en el suelo que iluminan los rostros de los personajes con un notable contraste que me recuerda los claroscuros tenebristas. Se muestra filmada con un grisáceo blanco y negro de 35mm, bajo una relación de aspecto cuadrado en la que la altura y la anchura del encuadre es la misma en cualquier dirección, consiguiendo que los planos de dos refuercen el vínculo simbiótico de los dos sujetos al borde la autodestrucción, además de la iluminación desde abajo y desde los lados que golpea su cara constantemente para ampliar el horror que los perturba. En ese sentido, la potente fotografía de Jarin Blashke, inspirada quizá por los trabajos visuales del cine Tarr y Tarkovsky, imprime un estilo clasicista, cercano a la película ortocromática de finales del siglo XIX, que se funde correctamente entre la poesía, la fantasía y el misterio.

Robert Pattinson y la lente de Fresnel. Fotograma de A24.

La película me hace sentir tan desquiciado como esos dos adversarios atrapados por la ventisca del frenesí. Ofrece una clase magistral de actuación, primero, con Robert Pattinson como el torturado subalterno y, segundo, con Willem Dafoe como el imponente y megalómano patrón que habla con una elocuencia sofisticada mientras sostiene su pipa de espuma de mar, como si estuviera invadido por el espíritu del capitán Ahab en una noche de borrachera (antológica la escena en la que lo entierran vivo en el pozo de raciones). Disfruto de sus encontronazos cuando se emborrachan con el alcohol y la mezcla de aguarrás y miel, cuando presagian la muerte en las habitaciones del edificio, o cuando luchan bajo la mirada omnipresente del faro que los observa con su luminiscencia amenazadora. También subrayo los ruidos diegéticos de la torre enloquecida, los símbolos incrustados en los rincones de las entrañas mecánicas del recinto, el valor compositivo de la textura de sus imágenes, las atmósferas opresivas en el islote de la calamidad, la elipsis que enuncia estados anímicos. Cuando ruedan los créditos me quedo pensando como un marino en el océano de la incertidumbre. Es una buena película psicológica. 

Streaming en:



Ficha técnica
Título original: The Lighthouse
Año: 2019
Duración: 1 hr 48 min
País: Estados Unidos
Director: Robert Eggers
Guion: Robert Eggers, Max Eggers
Música: Mark Korven
Fotografía: Jarin Blaschke
Reparto: Willem Dafoe, Robert Pattinson
Calificación: 7/10



Tráiler de la película